Cultura etíope y eritrea

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Manuel Iradier, el explorador español del Muni (Podcast 7 de «La Biblioteca de Tombuctú» – THDT)

Entrada Manuel Iradier

Este artículo ha sido elaborado para la sección La Biblioteca de Tombuctú del programa de radio Tras las Huellas del Tiempo. Puede escuchar el podcast aquí:

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Durante la segunda mitad del siglo XIX, el mundo contemplaba atónito las gestas de los grandes exploradores que, por fin, se habían atrevido a adentrarse en el corazón de África, el último continente cuyo interior era aún una incógnita. Nombres como Stanley, Livingstone, Brazza o Caillié resonaban con fuerza entre el público, y eran considerados como ejemplos de hombres que buscaban llevar el supuesto progreso a África. Sin embargo, tras los exploradores, vinieron los imperios coloniales: no en vano, las potencias colonizadoras los pagaban para saber qué riquezas se ubicaban en el interior africano. La pesadilla del colonialismo estaba comenzando.

España no protagonizó grandes expediciones por África, aunque sí que realizó pequeñas exploraciones regionales. Es el caso de Manuel Iradier, el primer español que se adentró en el Muni, hoy en Guinea Ecuatorial.

Manuel Iradier

Manuel Iradier. Fuente: Wikipedia.

Nacido en Vitoria en 1854, se apasionó por África siendo muy joven. Su sueño era cruzar el continente africano de Norte a Sur, pero un encuentro con el explorador Stanley en su ciudad natal le convenció de lo inoportuno de su plan, ya que no contaba con los fondos necesarios. En su lugar, el genial galés le aconsejó un objetivo más llevadero: explorar la costa del golfo de Guinea a fin de que España pudiera ejercer sus derechos sobre sus costas.

La idea se basaba en el Tratado del Pardo de 1778, en el que España, tras ceder a Portugal la Colonia de Sacramento –hoy en Uruguay- junto con otros territorios, recibía a cambio el derecho a colonizar una amplia extensión de territorio en el Golfo de Guinea, entre las desembocaduras de los ríos Níger y Ogüé (Ogooué). Sin embargo, una depauperada España, más interesada en sus colonias americanas, no le había prestado ninguna atención a aquella abundante extensión de tierra africana. De esta manera, los ingleses, bajo el pretexto de luchar contra los esclavistas, instalaron entre 1827 y 1843 una base en la isla de Fernando Poó (hoy Bioko): Port Clarence, germen del actual Malabo. Tras retomar el control y rebautizar la ciudad como Santa Isabel, España comenzó una incipiente colonización de la isla, pero los territorios continentales seguían siendo tierra virgen para la corona española.

Primera expedición (1874)

Finalmente, Iradier partió rumbo a Guinea a finales de 1874, acompañado de su mujer y su cuñada. Nadie le apoyaba económicamente, hasta el punto de tener que correr él mismo con todos los gastos de la expedición. Tras pasar tres meses en Canarias, llegaron al islote de Elobey Chico, frente a la costa continental guineana, donde organizó su base de operaciones. Desde allí accedió a los ríos Muni, Bañe y Utongo, y también a la isla de Corisco. En su primera exploración, que duró 834 días, recorrió algo más de 1500 km. Tras la muerte de su hija, debida al mal sano ambiente de Elobey Chico, retornó a España en 1876.

Segunda expedición (1884)

Al calor del expansionismo colonial alentado desde Alemania, España comenzó a prestar más atención a sus territorios africanos, a fin de intentar asentar su posición y alejar a otras potencias.

En este contexto, Iradier partió hacia Guinea el 1 de agosto de 1884. Ya no estaba solo: ahora contaba con el apoyo de la Sociedad de Africanistas, quien le concedió 27.352 pesetas –muy lejos del millón solicitado- y la compañía del médico Amado Osorio. Ambos llegaron a Fernando Poó el 28 de septiembre de 1844, explorando desde allí los ríos Noya, Utamboni, Utongo, Bañe y Congoa.

Mapa del Muni y sus afluentes

Mapa de la región del Muni explorada por Iradier y Osorio.

La expedición fue todo un éxito, ya que además de los mapas levantados y la información recogida, se anexionó, en nombre de la Sociedad de Africanistas, casi 50.000 km2. Para ello firmaron 101 contratos de cesión de soberanía con otros tantos jefes tribales, una técnica engañosa heredada de Stanley y que se utilizó como herramienta de la expansión colonial. En noviembre de 1884, Iradier tuvo que regresar víctima de las fiebres, mientras Osorio aún se quedó hasta 1886 para continuar recabando información.

A pesar de los esfuerzos del explorador vasco, de los 300.000 km2 que correspondían a España según el Tratado de El Pardo, en la Conferencia de París de 1900 Francia y Alemania se quedaron con la mayoría del territorio, dejando a España con tan sólo 28.051 km2 –algo más de la mitad de lo obtenido por Iradier-, que hoy componen la República de Guinea Ecuatorial. España, en su papel de país empobrecido y potencia de segunda, quedaba marginada del cruel reparto del pastel africano.

Iradier murió en 1911, debido a una afección de garganta cuando trabajaba en una empresa maderera segoviana. En los últimos años se ha reivindicado su memoria, especialmente en su ciudad natal. Su libro-diario de exploración, titulado África. Viajes y trabajos de la asociación La Exploradora, es fundamental para conocer los primeros pasos de España en el Muni.

Para saber más:

– Merino, Mª.M. 2004. “Manuel Iradier”. En Ambienta. Edición digital: http://www.magrama.gob.es/ministerio/pags/Biblioteca/Revistas/pdf_AM%2FAM_2004_32_63_64.pdf

– Bolekia Boleká, J. 2003. Aproximación a la Historia de Guinea Ecuatorial. Amarú, Salamanca.

La tierra de Punt (Podcast 6 de «La Biblioteca de Tombuctú» – THDT)

La-tierra-de-Punt

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Punt, Pwnt, Pwenet o Pwene es el nombre egipcio que recibe una tierra, aún hoy no identificada pero seguramente africana, que era conocida en el país de los faraones por su abundancia en oro, plantas aromáticas, marfil, ébano y esclavos. Muchos estudiosos han sugerido que, tanto por los productos ofrecidos como por su posible ubicación, las referencias egipcias a Punt sean los testimonios escritos más antiguos que tenemos sobre el Cuerno de África.

El debate sobre a qué región actual se corresponde la antigua Punt sigue provocando un intenso debate entre los especialistas, ya que no existen evidencias arqueológicas o documentales de la presunta cultura puntita más allá de los registros egipcios.

Las primeras referencias egipcias a Punt datan de la quinta Dinastía, cuando gobernaba el faraón Sahure. También existe una narración egipcia, datada en la época del Imperio Medio, llamada el Cuento del Náufrago, en la que se relata cómo un tripulante de un navío naufraga en una isla mágica localizada en el Mar Rojo, encontrándose con una serpiente que se hace llamar la Señora de Punt. Cuando finalmente es rescatado, la serpiente le regala productos típicamente puntitas.

La expedición de Hatshepsut

Sin embargo, la referencia más célebre a Punt la encontramos en los relieves del templo mortuorio de la reina Hatshepsut (1473 – 1458 a.C.) en Deir el-Bahari. Junto a la información escrita, ciertamente importante, estos relieves destacan porque, además, podemos contemplar los barcos empleados en la expedición y los productos que se trajeron a Egipto.

Relieve de Punt

Relieve del Templo de Deir el-Bahari con la expedición a Punt. Fuente: www.ethiopianhistory.com

La expedición comenzó con un recorrido terrestre desde el valle del Nilo hasta el puerto de Sww (Mersa Gawasis), donde empieza el viaje en barco hacia el sur. Una vez que llegan a Punt, los expedicionarios son recibidos por el jefe puntita Parahu y su mujer Atiya, los dos únicos nativos de quienes se nos da los nombres. Además de adquirir oro, ébano y mirra a cambio de cerveza, vino, pan y carne, los egipcios también se llevaron plantas enteras de mirra para trasplantar en los jardines situados frente al templo de Deir el-Bahari, junto con ganado, babuinos, monos o pieles de leopardo.

Tierra de Punt - Viviendas

Es especialmente importante la imagen del país de Punt que aparece en los relieves de Deir el-Bahari. El elemento dominante de la escena es el desierto, situado en el interior, quizá no demasiado lejos del poblado representado, que se haya ubicado en una zona más fértil a juzgar por los árboles y animales representados. También se aprecian grandes cantidades de reses, lo que nos indica el carácter eminentemente ganadero de este pueblo. Las viviendas de los puntitas eran cabañas con forma de horno, presumiblemente hechas de mimbre, que estaban separadas del suelo por pilotes, quizá para guarecer el ganado ahí o para protegerse de las fieras, o bien por hallarse en una zona pantanosa. Se podía acceder a las viviendas a través de escaleras.

Posteriormente se seguirán realizando transacciones comerciales entre Egipto y Punt, si bien ninguna la tengamos tan bien documentada como la de Hatshepsut. El último testimonio egipcio de una expedición a Punt data del reinado de Ramsés III, tras cuyo reinado cesan las relaciones entre ambas tierras por el comienzo de la decadencia egipcia.

La ubicación de Punt: ¿un misterio irresoluble?

Pero… ¿dónde estaba Punt?  Una de las pocas certezas que tenemos es que Punt era accesible sólo por barco. Descartado el Mediterráneo, en cuyas orillas no se produce ninguno de los productos citados por las crónicas egipcias, desde Egipto sólo hay dos vías navegables que nos permitieran acercarnos a áreas donde abunden el marfil, el ébano o los babuinos: el Mar Rojo y el río Nilo.

Tras descartar también el Sur de Arabia (1) -allí no hay ébano ni marfil-, la ubicación africana de Punt es la más plausible. No se puede descartar la idea de que Punt sea, más que un lugar en concreto, el nombre que daban los egipcios a cualquier territorio que les proveyera de los productos considerados tradicionalmente “puntitas”.

Mapa de Punt 4

Hasta hace poco, se creía que Punt se encontraba en la costa del norte somalí (2), teoría ahora desechada. El reciente análisis genético de los babuinos momificados procedentes de Punt nos confirma no sólo su origen africano, sino que estarían relacionados con poblaciones actuales de simios de las actuales Eritrea y Etiopía.

La ubicación más posible de Punt sería, pues, la costa eritrea desde, aproximadamente, el golfo de Tadjoura hasta las cercanías meridionales de la ciudad de Port Sudan (3), una región desértica pero desde la que se puede acceder con facilidad a los bienes listados por los registros egipcios. En cualquier caso, sigue sin ser un emplazamiento aceptado por todos los estudiosos.

No podemos terminar de hablar de las posibles ubicaciones de Punt sin mencionar, al menos, la teoría del profesor Fattovich, que es la única que aporta evidencias arqueológicas. Él ha excavado en diferentes puntos de la región del delta del río Gash (4), cercana a los montes Kassala, en la zona fronteriza entre Sudán y Eritrea, sacando a la luz restos de una cultura sedentaria  de entre el tercer y segundo mileno antes de Cristo que mantuvo estrechos lazos comerciales con Egipto. Aunque la posibilidad de identificar a la cultura del Gash con Punt sea tentadora, es complicado relacionar su emplazamiento con los relatos de los viajes egipcios, ya que éstos normalmente accedían a Punt a través del Mar Rojo, mientras que la región del Gash es solamente accesible remontando el Nilo.

Para concluir, cabe preguntarse si alguna vez encontraremos esta mítica tierra o si no será más bien el nombre genérico que los egipcios le daban al África Subsahariana. Quizá en el futuro lo sepamos…

Abubakari II, el emperador de Mali que quiso cruzar el océano (Podcast 5 de «La Biblioteca de Tombuctú – THDT)

Entradas-Podcasts

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En esta ocasión, hemos cambiado el formato del programa para introducir una entrevista a Eric García Moral, historiador africanista de la Universidad de Barcelona y editor del blog Huellas de Kuma, para que nos hablase del emperador Abubakari II, quien según las fuentes árabes (Al-Umari) ordenó la construcción de una flota de doscientos barcos para que explorasen qué había más allá del Océano Atlántico. Se cuenta que sólo retornó uno de ellos, cuya tripulación narró la visión de un extraño río cuyas corrientes formaban enormes remolinos. Tras esto, el emperador ordenó la construcción de una segunda flota, aún más grande, con mil navíos de exploración y otros mil de víveres. Sin embargo, en esta ocasión Abubakari decidió participar en la expedición, de la que no retornaría nunca. ¿Fue posible esta expedición? ¿Llegaron a América o murieron todos sus miembros? ¿Qué opinan los historiadores sobre este hecho?

Recomendamos la escucha del podcast para aquellos que estén interesados en más datos sobre esta interesante figura histórica.

Para saber más

Puigserver Blasco, X y García Moral, E. «Abubakari II. El emperador que partió sobre el mar. La llegada de Mali a América, a debate». En Construcción social y cultural del poder en las Américas. Barcelona, 2015. Pp. 48-60.

La reina Nzinga Mbandi de Ndongo y Matamba (Podcast 4 de «La Biblioteca de Tombuctú» – TDHT)

Entrada-Nzinga

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En el año de 1560 una flota portuguesa arribó por primera vez a la desembocadura del río Kwanza (Cuanza), en la costa de la actual Angola, que por aquel entonces pertenecía al reino Ndongo, el cual englobaba a la etnia mbundu. Paulo Dias de Novais, líder de la expedición lusa, pronto se interesó por la región, pensando que quizá pudiera albergar en sus entrañas vetas de oro y plata. Por ello, en 1575 fundó  la ciudad de São Paulo da Assunção de Loanda –la actual Luanda-, arrebatando a Ndongo su franja costera. A esa extensión de tierra le darían el nombre de Angola en homenaje al título del rey de los Ndongo, el Ngola.

Río Cuanza

El río Cuanza a su paso por Dondo, Angola. Fuente: Wikipedia.

Los portugueses no encontraron los metales preciosos que codiciaban, aunque se conformaron con un premio de consolación mucho más siniestro: pronto el villorio de Luanda se transformaría en uno de los mayores puertos de exportación de esclavos del continente.

La necesidad de capturar las ingentes cantidades de esclavos demandadas por las plantaciones brasileñas hizo necesario que los portugueses se internasen en territorio ndongo a través del valle del Cuanza. El rey Mbandi Ngola Kiluanji de Ndongo, harto de los abusos de los lusos, se enfrentó militarmente a ellos, hostigándoles desde 1580. El monarca tenía dos hijos: el mayor, llamado Ngola Mbandi, era de naturaleza endeble y envidiosa, mientras que su hermana Nzinga era carismática e inteligente y, además, había recibido una esmerada educación por parte de unos misioneros portugueses, lo que le permitió dominar su lengua.

A la muerte del rey, Ngola Mbandi subió al poder en 1617, pero, celoso de su hermana, ordenó asesinar a su único hijo. La guerra con los portugueses comenzaba a tomar el cariz de pesadilla sin fin, lo que exigió que el rey recurriese a la inteligente Nzinga a fin de negociar la paz.

Encuentro de Nzinga con el gobernador

Representación del encuentro entre Nzinga y el gobernador de Luanda. Fuente: Wikipedia.

Nzinga partió a Luanda a negociar un tratado de paz duradero, pero una vez allí el gobernador portugués intentó humillarla al hacer que compareciese ante él sentada en el suelo, algo que en la cultura mbundu sólo se hace con los subordinados. Ella, ni corta ni perezosa, ordenó a una de sus siervas que se pusiera a cuatro patas para que, a modo de escabel, la resuelta Nzinga pudiera sentarse frente al luso. Además, su hábil manejo de la lengua portuguesa impresionó al gobernador João Correia de Sousa.

Los portugueses trataron de obtener un fuerte tributo anual y el vasallaje de Ndongo. Nzinga rechazó esto, pero a cambio aceptó un nuevo trazado de las fronteras de su reino y ser bautizada en la fe católica con el nombre de Ana de Sousa. Corría el año de 1623.

Sin embargo, los portugueses no respetarán el tratado de paz. La guarnición del fuerte de Ambaca, cerca de la antigua capital, Kabasa, no es desmantelada, y pronto los mercenarios imbangala vuelven a saquear poblados enteros. El rey Ngola Mbandi se suicida –aunque hay quien cree que Nzinga ordenó envenenarlo-, lo que permitió a su hermana acceder al trono en 1624 con el nombre de Ngola Mbandi Nzinga Bandi Kia Ngola. La primera acción de la flamante nueva reina fue la conquista del vecino reino de Matamba, lo que fortaleció aún más su posición.

Mapa Angola

Mapa de la región angolana en los tiempos de Nzinga. Fuente: História Geral da África. UNESCO, 2010. Vol. V, p. 661.

La situación se volvió más favorable para el reino de Ndongo y Matamba en 1641, cuando los holandeses capturan el puerto de Luanda. La reina no duda en firmar con ellos y con el vecino reino de Kongo una alianza contra Portugal, consiguiendo una notable victoria en Ngoleme en 1644. Posteriormente, sufrió una grave derrota en Kavanga en la que perdió parte de sus archivos y a una hermana. Además, en 1648 una expedición portuguesa reconquistaba Luanda, expulsando a los holandeses y poniendo en serias dificultades a la reina.

Tras años de combates infructuosos, los portugueses se percataron de que Nzinga nunca aceptaría someterse a su dominio. El nuevo gobernador Salvador Correia buscó la firma de un tratado de paz en que se reconocía la soberanía del reino de Ndongo y Matamba, el cual fue firmado por el rey Pedro II el 24 de noviembre de 1657.

Finalmente, la reina Nzinga, o doña Ana de Sousa, pudo alcanzar su anhelada paz. Sus últimos años los dedicó a fortalecer sus reinos, intentando sanar las heridas de décadas de guerras. Falleció en 1663 a la nada desdeñable edad de 82 años. Aunque sus reinos serían tiempo después incorporados a la colonia de Angola, su legado aún vive, recordando a los angoleños que hubo una vez una reina orgullosa que no quiso postrarse ante el colonizador.

Para saber más

Pedro Páez y las fuentes del Nilo (Podcast 3 de “La Biblioteca de Tombuctú” – TDHT)

Entrada Pedro Páez

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Los siglos XVI y XVII supusieron la edad dorada de la Monarquía Hispánica, aquel vastísimo imperio en que, según la frase del propio Felipe II no se ponía el sol. Cientos de aventureros peninsulares recorrieron tierras y mares ayudando a consolidar tan gigantesco imperio, buscando su propia fortuna o para evangelizar a los pueblos que se encontraban en lo que ellos creían que era la verdadera fe: el catolicismo. Algunos de estos personajes son de sobra conocidos (Cortés, Pizarro, Balboa, etc.), mientras que otros, a pesar de haber logrado gestas igualmente importantes o incluso más, han caído injustamente en el olvido. Uno de estos personajes olvidados por la historia es Pedro Páez Xaramillo (1564-1622), un jesuita español cuyas aventuras empiezan a ser hoy conocidas.

Nacido cerca de Madrid, en un pueblecito llamado Olmeda de las Cebollas -hoy de las Fuentes-, Pedro Páez ingresó muy joven en los jesuitas.  Tras realizar sus estudios teológicos en Coimbra, mostró gran interés por ayudar a la Compañía de Jesús en su tarea evangelizadora, por lo que fue enviado en 1585 como misionero a Goa, en la India.

Viajes de Pedro Páez

Una vez allí, y tras ser consagrado sacerdote, se le encomendó partir junto con el afamado padre Antonio de Montserrat a Etiopía, donde las misiones jesuitas se encontraban en un estado deplorable. En 1589 partieron de la India a Etiopía, aunque el mercader que los transportaba los traicionó, entregándolos a los musulmanes cuando estaban en el puerto de Dhuffa o Dhofar. Pasaron siete años de cautiverio durante los cuales atravesaron desiertos tan duros como el de Hadramaut o Rub al-Jali, aunque también fue el primer europeo que probó una bebida de color negro que era muy popular en Yemen: el café.

Finalmente, fueron rescatados por su orden en 1595, retornando a Goa. Allí falleció Antonio de Montserrat de las consecuencias del cautiverio, mientras que Pedro Páez, aunque sobrevivió, todavía necesito varios años de recuperación.

Pedro Páez (1564-1622)

Retrato de Páez en Loyola. Fuente: Wikipedia.

En 1603 arriba por fin al puerto de Massawa, en la costa etíope (hoy Eritrea). Una vez que se reúne con el superior de los jesuitas, João Gabriel, se dirige a la misión de Fremona, en el Tigray. Así comienza la penosa tarea de reorganizar la misión, muy debilitada por años de dejadez y aislamiento, y compuesta sobre todo por los descendientes de los portugueses que habían ayudado al imperio cristiano etíope en su lucha contra los musulmanes unas décadas antes. La situación para los católicos era complicada, ya que se enfrentaban a la hostilidad de una población mayoritariamente ortodoxa. Pedro se interesa por las lenguas locales: no tarda en aprender la lengua principal del país, el amhárico, y también el ge’ez, el latín etíope, lo que le permite leer las crónicas históricas que caen en sus manos.

Pedro Páez es descrito como una persona prudente, inteligente y con una capacidad de persuasión más que notable. Cuando el emperador de Etiopía, Za Dengel, le convoca a su corte, queda tan fascinado por la figura de Páez que no tarda en convertirse al catolicismo. Prudente como siempre, el jesuita español le aconseja que no haga pública su conversión para no generar malestar entre su pueblo.

Za Dengel fallece en 1604 y, tras el breve interregno de Yaqob, fue sucedido por Susenyos, quien hereda a Páez como gran consejero. La amistad entre ambos hizo que el emperador le regalase una gran porción de terreno en la península de Gorgora, en el lago Tana, donde el jesuita construyó la nueva sede de la orden, que contaba con habitaciones para el rey y una gran iglesia de impronta hispánica. La primera piedra de la construcción se puso el 16 de enero de 1621.

Ruinas de Gorgora 1

Restos de la iglesia de Nova Gorgora. Al fondo, el lago Tana. Fuente: Azazo Project.

El mayor éxito de Páez se produjo en 1622, cuando Susenyos se convirtió oficialmente al catolicismo. En aquel momento se cree que había en el país unos 100.000 católicos, en gran medida gracias a su buen hacer y a su ejemplo. Pero el jesuita no pudo completar su misión, ya que falleció el 25 de mayo de ese mismo año. Su legado pronto se desvanecería, ya que el país se sumió en una cruenta guerra civil entre católicos y ortodoxos, de la que salieron vencedores estos últimos.

Pedro Páez es recordado por su magna obra la Historia de Etiopía, que escribió en portugués y sólo en fechas recientes se ha traducido al español. En ella, con un estilo impecable si tenemos en cuenta que se escribió en el siglo XVII, ofrece abundantes datos históricos obtenidos de sus lecturas de las fuentes originales, y descripciones de lugares que conoció: no en vano, fue él, un siglo antes del escocés Bruce, el primer europeo que vio las fuentes del Nilo Azul cerca del lago Tana.

Para saber más

La Kahina y la conquista islámica del Magreb (Podcast 2 de «La Biblioteca de Tombuctú» – TDHT)

Kahina

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Durante siglos, las tierras del norte de África que hoy conocemos como el Magreb fueron el feudo del pueblo bereber. Aún hoy habitan un inmenso espacio que va desde el Océano Atlántico hasta el Oasis de Siwa, en Egipto, y desde el Mediterráneo hasta el río Níger. Los bereberes se dividen en varios grupos tribales: zenatas, sanhadja, rifeños, zayanes, kabilios, tuaregs, zenagas, zuwaras, aborígenes canarios, etc. En las regiones áridas son nómadas, como los tuaregs, mientras que en aquellas aptas para la agricultura han desarrollado interesantes sistemas políticos de gran complejidad, como los reinos númidas o el imperio Almohade, entre otros. Ilustres bereberes fueron Arrio o San Agustín.

Medracen

Túmulo de Medracén, en Argelia. Antaño fue un enterramiento de los reyes númidas. Fuente: Wikipedia.

Los diferentes estados bereberes habían sido conquistados por Roma durante el siglo I, aunque los nómadas del desierto seguían hostigando a los romanos. Tras el colapso del antaño poderoso imperio los bereberes recobraron su libertad, creando una pléyade de pequeños estados que competían directamente con los vándalos, un pueblo germánico que se apoderó de buena parte de los territorios costeros hacia el año 429.

Los diferentes estados bereberes habían sido conquistados por Roma durante el siglo I, aunque los nómadas del desierto seguían hostigando a los romanos. Tras el colapso del antaño poderoso imperio los bereberes recobraron su libertad, creando una pléyade de pequeños estados que competían directamente con los vándalos, un pueblo germánico que se apoderó de buena parte de los territorios costeros hacia el año 429.

Sin embargo, los vándalos, conocidos por su preferencia por el cristianismo donatista, de carácter un tanto extremista, pronto se ganaron el odio de los bizantinos, que los conquistaron en el 534 tras una exitosa campaña liderada por el general Belisario. La paz estaba lejos de llegar ya que, aunque los vándalos habían sido derrotados, los bereberes siguieron desestabilizando la región con sus revueltas y escaramuzas.

Estados bereberes del siglo V

Mapa de los estados bereberes en el siglo V. Fuente: J.Mª. Gómez- Tabanera. Historias del Viejo Mundo. Las culturas africanas (14). P. 70.

Los bizantinos lograron, finalmente, controlar la situación, en gran medida gracias al establecimiento de pactos con los diferentes grupos locales. Pese a todo, a comienzos del siglo VII se empezaba a desatar un tornado en sus fronteras sudorientales: tras la muerte de Mahoma en el 632, comienza la rápida expansión musulmana por oriente, en gran medida provocada por la debilidad de Bizancio y Persia, que se habían desgastado en guerras inútiles. En el 647, el califa Omar ordena la conquista del norte de África, la futura Ifriqiya islámica. Tras derrotar al cabecilla bereber, el conde Gregorio, en la batalla de Sufetula, los árabes se retiraron en 648 al obtener un jugoso tributo. Durante algún tiempo se desentendieron del norte de África debido a sus problemas internos, pero en el 665 prepararon un gran ejército que se lanzó a la definitiva conquista de la región. El caudillo bereber Kusaila será quien les plante cara durante varios años.

Estatua en Khenchela

Estatua de la Kahina en Khenchela. Fuente: Wikipedia.

Es aquí donde aparece la protagonista de nuestra historia: la Kahina, que en árabe significa la sacerdotisa o adivina, dado que, según sus enemigos, podía predecir el futuro. Su nombre real era Damya o Dahya, y era una mujer de ascendencia bereber y bizantina cuya historia tiene tanto de legendario como de real. Se sabe que cuando comenzó la conquista musulmana ella ya era de edad avanzada, más de 60 años, y que pertenecía a una poderosa familia bereber. Se tienen dudas sobre cuál era su religión, principalmente porque quienes escribieron sobre ella lo hicieron muchos años después de su muerte, y aún se duda si fue judía o cristiana. Es plausible que fuese cristiana porque, según algunas fuentes árabes, siempre llevaba consigo un ídolo, ¿quizá un icono de la Virgen María? También se ha hablado de su pasión por la ornitología, ya que en su presunta tumba se encontraron pergaminos con descripciones de pájaros.

Hacia el año 680, la Kahina sucede a Kusaila como lideresa de la coalición bereber que luchaba contra los musulmanes, utilizando como base de operaciones las montañas de Aurés. Tras derrotar al general árabe Hassan ibn al-Nu’man, los musulmanes se retiraron de la zona, dejando en manos de la Kahina toda la región entre Gadamés y el Aurés durante unos cinco años. Algunas leyendas sitúan a la Kahina en el anfiteatro de El Djem, en Túnez, donde se refugió con sus seguidores en un improbable asedio.

El Djem

Anfiteatro de El Djem, Túnez. Fuente: Wikipedia.

Sin embargo, el general Hassan retornó con nuevas fuerzas, dispuesto a derrotar a la Kahina de una vez por todas. Se dice que la mujer, sabedora de que iba a ser derrotada, envió a sus dos hijos para que se reuniesen con el general Hassan y se uniesen a sus tropas. A uno de ellos se le encomendó el mando de un grupo de soldados en la batalla en que los árabes derrotaron a la Kahina, cerca de Tabarka. Las fuentes no se ponen de acuerdo sobre su muerte: unos dicen que murió espada en mano en su última batalla, mientras otros afirman que se envenenó. Sea como fuere, el papel heroico de la Kahina la convirtió en leyenda, siendo aún hoy un símbolo de resistencia para millones de argelinos.

El paisaje cultural Konso (Podcast 1 de «La Biblioteca de Tombuctú» – THDT)

Poblado konso 2

Vista aérea de un poblado fortificado konso. Fuente: Informe UNESCO.

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Las áridas Tierras Altas del distrito (woreda) de Konso, al sur de Etiopía, han obligado a sus habitantes a agudizar el ingenio para sobrevivir en un entorno ciertamente hostil. Durante veintiuna generaciones -cuatro siglos- sus habitantes, el pueblo konso, han transformado el abrupto paisaje montañoso para aterrazarlo y así conseguir un espacio de cultivo óptimo. También existen pequeños poblados fortificados, evidente muestra de su maestría en el trabajo de la piedra, que unen sin emplear mortero.

El visitante que llega por primera vez a tierras konso queda impresionado, ya que no espera encontrar tal cantidad de construcciones de piedra en la zona sur de Etiopía: ¿acaso no son más propias de las «civilizadas» etnias del norte y este del país (tigriñas, amharas, hararis, etc.)? ¿No es el sur de Etiopía el hogar de algunas de las últimas tribus «vírgenes», que han mantenido sus tradiciones intactas durante siglos? Y, sin embargo, ante sus ojos se muestra una compleja red de terrazas, estanques y poblados fortificados que nos hablan de una cohesión social inusitada, máxime si tenemos en cuenta que no existe entre los konso figura alguna de autoridad que distribuya las labores y decida qué construir, sino que todo se debe a la cooperación interclánica.

Los orígenes de los konso

La procedencia del pueblo konso es aún objeto de disputa entre los estudiosos. Si bien es cierto que por su habla se les clasifica como una etnia cushítica, próxima a los sidamo, lo más probable es que en origen fuesen una mezcla de los diferentes grupos étnicos que les rodean. Sea como fuere, su respuesta a los desafíos de su entorno ha generado una cultura única en toda la región, la cual fue declarada en su conjunto como Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en 2011.

Niño jugando en un poblado Konso

Niño jugando en un poblado Konso. Fuente: Wikipedia.

A pesar de que hoy son parte de Etiopía, se trata de un hecho relativamente reciente, ya que no será hasta finales del siglo XIX cuando Menelik II expanda las fronteras de su imperio a expensas de los pueblos del sur, sometiendo a los konso. Gracias a la nueva administración etíope de 1995, los konso habitan su propio woreda dentro de la región de Naciones, Nacionalidades y Pueblos del Sur.

Los aproximadamente 280.000 konso habitan un área de 2354 km. Se dividen en nueve clanes donde las decisiones se toman colectivamente, si bien existe un consejo de ancianos. La compleja estructura social se basa en la pertenencia a una determinada generación y a una warda, esto es, a un grupo de descendientes de una familia. Sus miembros viven en poblados fortificados (paletas), y comparten las labores de mantenimiento de los estanques de agua (harda) y las terrazas. Los ancianos siguen durmiendo en las casas comunales-culturales (llamadas moras) como durante generaciones hicieron sus antepasados, mientras el resto de los habitantes del poblado vive en su propio espacio (warda), previamente asignado comunalmente.

Aunque no existe la figura del jefe, sí que hay un jefe ritual (Poqola) que habita en los bosques sagrados. El jefe ritual se encarga de ejecutar los numerosos rituales que buscan preservar el equilibrio que los konso han alcanzado con la naturaleza, además de servir de árbitro en las posibles disputas entre clanes. Existen tres bosques sagrados o Poquolas, Kala, Kamale y Kufa, cada uno con su propio Poqola, quien los posee y tiene el privilegio de ser enterrado con su familia en ellos.

Poblado konso

Poblado fortificado konso. Fuente: Informe UNESCO.

Poblados fortificados

Los asentamientos konso se ubican generalmente en puntos elevados desde los que se puede controlar el terreno circundante. La construcción de murallas se debe a la presencia de animales salvajes y por el miedo a las expediciones de saqueo de grupos de oromos. Rodeados por entre una y seis líneas de muros que pueden alcanzar los cuatro metros de altura, justo enfrente de ellos se planta una alameda de euphorbias y cactáceas lo suficientemente espesa para que sirva de línea de defensa adicional, además de proveer de leña y servir de letrina comunal. Fuera de las murallas quedan los enterramientos y otras estructuras más modernas como las escuelas o los centros de salud, mientras dentro se encuentran los moras y hardas.

Terrazas konso

Superficie aterrazada. Fuente: Informe UNESCO.

Terrazas y estanques de piedra

La gestión del agua se ha vuelto una prioridad en una zona donde la pendiente de las montañas facilita su evacuación y la erosión de los suelos. Por ello, durante generaciones se procedió al aterrazamiento de una vasta extensión de terreno en el que los muros de contención forman trazos sinuosos y paralelos al adaptarse a las curvas de nivel. En ellas se planta fundamentalmente maíz y mijo africano, aunque también se siembran otros cultivos complementarios como soja, algodón, khat, moringa o café.

Harda

Harda. Fuente: Informe UNESCO.

Especialmente importantes son los harda, grandes estanques forrados de piedra construidos en emplazamientos donde el agua de lluvia pueda ser fácilmente retenida. Su función es la provisión de agua para el ganado. En su construcción y mantenimiento interviene toda la comunidad.

Daga-hela

Cada siete u once años, los konso erigen estelas de piedra para conmemorar el traspaso de poder de una generación a otra. Cada una de estas estelas, de forma cuadrada y unos 3 metros de alto, se denomina Daga-hela, y para su erección se sigue un proceso ritual que dura dos meses. Las generaciones que hayan participado en la extinción de un incendio o en la protección de un poblado tienen el honor de erigir la estela cerca de su mora, mientras que las que no hayan hecho nada notable han de ubicarla fuera del asentamiento.

Waka

Waka de hombre y mujer. Fuente: Informe UNESCO.

El enterramiento: los waka

Otro de los elementos distintivos de los konso es su sistema de enterramiento. Los cementerios se instalan siempre fuera de los recintos amurallados, aunque anteriormente se ubicaron dentro.

En una sociedad eminentemente colaborativa, la conmemoración de los miembros más destacados cobra especial importancia. Los konso homenajean a sus antepasados gloriosos con el honor de erigir sobre sus tumbas una Waka, que es una representación del difunto tallada en madera de junípero. En este caso no hay discriminación por sexos, existiendo wakas masculinas y femeninas.

Al fallecer un jefe ritual, es momificado en un laborioso proceso que puede durar hasta nueve años. El resto de la población es enterrado de manera más modesta, con una estela (Daga-diruma) indicando el emplazamiento de la tumba.

Para concluir, la excepcionalidad del pueblo konso no sólo radica en la riqueza de su tradición cultural, sino en cómo aún hoy, en pleno siglo XXI y ante la amenaza de la globalización, siguen manteniéndola intacta. Esperemos que sean capaces de mantenerla, por lo menos, otros cuatrocientos años más.

«Ser Historia» dedica un programa a Pedro Páez, el descubridor de las fuentes del Nilo Azul

Pedro Páez

En la madrugada del pasado sábado, 8 de febrero, el veterano historiador Nacho Ares entrevistó en «Ser Historia» (Cadena Ser) al alcalde de la población madrileña de Olmeda de las Fuentes, Miguel Ángel Alonso Julia, para hablar de una figura poco conocida entre los españoles: Pedro Páez Xaramillo (1564-1622).

Más conocido por la versión portuguesa de su nombre, Pero Pais, Páez fue el primer europeo en avistar las fuentes del Nilo Azul (Abbay) en , además de lograr la conversión del emperador Susenyos al catolicismo, y de escribir la Historia de Etiopía, una obra clave para la comprensión de la Etiopía del siglo XVII.

Próximamente publicaremos una entrada dedicada a Pedro Páez, pero, entretanto, os recomendamos la escucha de esta interesante entrevista.

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Podcast del programa «Ser Historia» dedicado a Etiopía (28-12-2014)

Portada

El programa Ser Historia de la madrugada del 28 de diciembre tuvo a Etiopía como tema principal. En algo menos de quince minutos, Mario Lozano Alonso, profesor de Etiópico Clásico en el IBO, y Nacho Ares, director del programa, departieron sobre la importancia histórica de una cultura con más de 2.500 años de antigüedad. El breve y ameno recorrido por la Historia etíope comenzó con las primeras culturas sabaicas, pasando por el reino de Aksum, los monarcas Zagwe y Salomónidas, para acabar con una breve mención al rastafarismo, el Arca de la Alianza y la leyenda de la Reina de Saba.

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El audio completo del programa se puede descargar del siguiente enlace:

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