Este artículo ha sido elaborado para la sección La Biblioteca de Tombuctú del programa de radio Tras las Huellas del Tiempo. Puede escuchar el podcast aquí:
Hoy los anaqueles de nuestra biblioteca se tiñen de luto para homenajear a uno de esos sabios españoles que son desconocidos para el gran público, pero cuya labor docente ha sido clave para el desarrollo de los estudios orientales en España. Hablamos del Padre Ángel Rufino Garrido Herrero, quien falleció el pasado 14 de marzo en Madrid.
Nacido en Condemios de Arriba (Guadalajara) el 1 de octubre de 1927, pronto siente la llamada del sacerdocio. Ya en el seminario dio muestras de una inteligencia fuera de lo común que no pasaría desapercibida a sus mentores. No en vano, ya en 1953, y tras dos años ejerciendo de párroco rural, el arzobispo de Madrid, Leopoldo Eijo, le incluye en un grupo de sacerdotes dedicados al estudio de lenguas orientales.
Su maestro fue el jesuita Joaquín María Peñuela, del CSIC, dedicando diez años al estudio del siriaco, el hebreo, el árabe y el etiópico clásico (ge’ez). Se licenció en 1964 en Filología Clásica, aunque no dejaría de estudiar lenguas nuevas; así, aprendió copto, acadio, sumerio y arameo. Ni siquiera siendo un anciano perdió el ánimo de aprender algo nuevo, e incluso, ya octogenario, continuó impartiendo clases a quienes nos acercábamos a él en busca de su saber.
Quienes le conocieron, además de su modestia y generosidad, destacan del Padre Ángel su labor pionera como formador de varias generaciones de expertos en lenguas orientales. A partir de 1963 impartió clases en el seminario de Madrid y, posteriormente, en el Centro de Estudios Teológicos San Dámaso, germen de la actual Universidad Eclesiástica matritense de San Dámaso. A partir de 1989 fue profesor en el Instituto Diocesano de Filología Clásica y Oriental San Justino. También ejerció la docencia en la Universidad Complutense, en la que fue profesor de acadio durante diez años. Todos sus alumnos reconocen en él a un auténtico Maestro con mayúsculas, sabio, paciente y cariñoso.
Gracias a los conocimientos que D. Ángel transmitió a sus pupilos, algunos de ellos después convertidos en profesores universitarios, brotaron, como las ramas de un árbol, los primeros planes de estudios universitarios que incluían las lenguas del Oriente Próximo; no en vano, de aquel árbol él era su raíz. Los estudios de lenguas semíticas de este país le deben mucho.
No quisiera olvidar la otra faceta a la que consagró su vida, el sacerdocio. Nunca olvidó sus tareas pastorales y, como fruto de sus reflexiones personales sobre la figura de Cristo, publicó sus dos únicos libros: El hombre y el misterio, conversaciones en voz baja (1978) y Luz en la sombra (2014).
El padre Ángel nunca pisó Etiopía y, sin embargo, conocía su lengua clásica, el ge’ez, a la perfección. Le conocí gracias a uno de sus discípulos, Jesús García Recio, hoy día uno de los principales asiriólogos de este país. Guardo muy gratos recuerdos del camino entre la estación de metro de Tirso de Molina y su casa, en la Carrera de San Francisco, atravesando el barrio de La Latina, porque aquellas calles me anunciaban que ya estaba llegando a mi hora de clase de etiópico con el Padre Ángel.
El sacrificio que me suponían las cuatro horas y media de autobús desde León sólo para verle resultaba poca cosa ante el privilegio de escucharle. En nuestros encuentros siempre me trató con gran cariño y paciencia, a pesar del gran esfuerzo que le suponían aquellas lecciones al ser ya octogenario y escuchar y ver muy mal. A día de hoy me sigue conmoviendo su generosidad hacia mí, que sólo comprendí cuando leí alguno de sus libros. Me sorprendía su prodigiosa memoria: sin abrir un diccionario recordaba todas las palabras de los ejercicios, e incluso era capaz de saber de qué obra literaria se había extraído una frase empleada en un manual. Aún puedo ver su despacho, pintando de verde, lleno de recuerdos y con su estantería llena de libros con los que era posible viajar al Oriente sin salir de Madrid.
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En el podcast entrevistamos a Alfonso Vives, profesor de la Universidad de Valladolid, del Instituto Bíblico y Oriental y el Estudio Teológico Agustiniano. Fue alumno de copto del P. Ángel durante varios años.
Marina Escolano-Poveda, egiptóloga que se encuentra realizando su doctorado en la Universidad Johns Hopkins, también fue alumna del P. Ángel, aprendiendo con él copto. En su página The Egyptological Bibliophile escribió estas palabras de homenaje:
«Ha fallecido el Padre Ángel Garrido Herrero, profesor en la Universidad Eclesiástica San Dámaso. Fue mi profesor de copto en el curso 2008-2009, cuando la institución se llamaba Instituto de Filología Clásica y Oriental San Justino, en Madrid. Don Ángel era un verdadero sabio de esos que ya apenas se encuentran, conocía a la perfección lenguas como el griego, el latín, el árabe, el hebreo, el etiópico, el acadio, o el copto, y fue el profesor de varias generaciones de filólogos de la Antigüedad. Pero lo más importante, y lo que lo hacía tan querido, era su grandísima bondad. Era una persona sin dobleces, un profesor atento, generoso, que hacía que aprender una lengua antigua se convirtiese, en mi caso, en el momento más esperado del día. No me importaba tener que hacer varias conexiones de metro y de cercanías para llegar por la tarde, después de muchas horas de clase en la universidad, a San Justino, con mi gramática copta de Lambdin bajo el brazo y mucha ilusión. Don Ángel siempre llegaba a clase con una sonrisa, me preguntaba por mi familia, sobre mis planes de estudiar en Estados Unidos, y entonces nos enfrascábamos en la lectura de textos antiguos coptos, en las peripecias de unos monjes de hace siglos por el desierto, en la comparación del Nuevo Testamento griego y copto… Todavía, cuando leo textos coptos, puedo escuchar su voz pronunciando las antiguas palabras. Hoy es un día triste, pero don Ángel siempre vivirá en las enseñanzas y los recuerdos que sus alumnos tenemos de él. mAa-xrw»
Los discípulos del P. Ángel fueron muchos durante varias generaciones. Ante la imposibilidad de ponernos en contacto con todos ellos, deseamos que perdonen la omisión y, si lo desean, que sepan que pueden enviarnos sus palabras de homenaje a través de la pestaña Contacto de este blog.
No queremos olvidarnos de su familia. Deseamos transmitirles nuestros ánimos y, humildemente, esperamos que este sencillo homenaje sirva para reconfortarles tras la pérdida.
Que descanse en paz.
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