Cultura etíope y eritrea

Autor: mlozanoalonso (Página 1 de 8)

??? – Fasika, la Pascua etíope

Entre el 1 y el 2 de mayo, los cristianos ortodoxos tewahedo de Etiopía y Eritrea celebrarán la Fasika, la fiesta de Pascua. Aunque hace algunos años publicamos en nuestro primer blog este mismo artículo, consideramos oportuno recuperarlo por la importancia de esta fiesta.

Heredada del antiguo Pésaj judío, que conmemora la liberación de los hebreos de la esclavitud de Egipto, tras la muerte de Jesús y su resurrección el mismo día la festividad se cristianizó, cambiando por completo su significado; en adelante, se festejaría con jolgorio la victoria de Cristo sobre la muerte y el perdón de los pecados de toda la humanidad gracias a su sacrificio.

Originalmente, los cristianos celebraban su Pascua igual que como lo hacían los judíos. Pero la evolución de la propia Iglesia en los primeros siglos del cristianismo, cada vez más distante de esas primeras comunidades judeocristianas, y su división en multitud de pequeñas comunidades cismáticas enfrentadas unas con otras, hizo que pronto la Pascua cristiana y el Pésaj judío se distanciasen, pasando a diferenciarse incluso en la fecha de celebración.

Como veremos, la Iglesias Ortodoxas Tewahedo Etíope y Eritrea también tiene su propia Pascua que, si bien es común al de resto de confesiones cristianas, cuenta con interesantes peculiaridades, que procedemos a explicar aquí.

Cuarenta días de ayuno

Cuarenta días antes de la Pascua, los cristianos etíopes cumplen con rigor y seriedad con el ayuno, el cual les prohíbe comer nada entre la salida y la puesta del sol. Sin embargo, los actos principales de la celebración pascual se concentran en los últimos cuatro días, coincidiendo con el resto de comunidades cristianas.

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Mural de la iglesia de Enda Iyasus en Aksum representando la entrada de Cristo en Jerusalén. Autor: Juan José Ruscalleda.

Hosa’ena, Domingo de Ramos

El día que abre la semana santa (Semune Himamat) etíope es Hosa’ena, que recuerda la entrada de Jesús en Jerusalén. La celebración per se es muy similar a la que se realiza en otras confesiones cristianas, ya que incluye una bendición de ramos hechos de palma que luego los fieles pueden llevarse a casa.

Jueves y Viernes Santo

Jueves Santo (Tselote Hamus) se celebra litúrgicamente con la ceremonia del lavado de pies, La noche del Jueves Santo los etíopes conmemoran la Última Cena partiendo el pan dabbo -rememorando así el gesto y las palabras de Cristo, tomad y comed, este es mi cuerpo, que será entregado por vosotros- y comiendo el gulban, un estofado de alubias machacadas y trigo.

El Viernes Santo (Siqlet) es un día de ayuno y oración. Todo los mayores de edad están obligados a cumplir con el ayuno de precepto, llamado ????? (akfilt), que se prolonga hasta la siete de la tarde del Sábado Santo, cuando por fin pueden romperlo.

Sábado Santo y Domingo de Resurrección

Durante el Sábado Santo, las ciudades explotan en bullicio y actividad. El fin del ayuno está cerca, por lo que tanto hombres como mujeres preparan todo lo necesario para la fiesta nocturna. Los religiosos rezan y cantan himnos esperando a que caiga la noche, ya que a las nueve de la noche comienzan los festejos de la Resurrección. Reparten juncos verdes (qetema) entre la gente, que esperan con ellos la bendición.

Cuando la medianoche está próxima, las puertas y cortinas del meqdes de las iglesias (la capilla central donde se guarda el tabot) se abren y los clérigos empiezan a procesionar alrededor del tabot. Se reparten velas entre los asistentes, que igualmente procesionan en los ambulatorios del templo mientras cantan y ululan. Al llegar la medianoche, los tambores retumban tras estar toda la Cuaresma callados, se proclama la Resurrección de Cristo (Kristos tensi’a immutan!) y el sacerdote lee la Anáfora de Dióscoro durante la liturgia.

Las tres de la madrugada es el momento en  que se considera que se puede romper el largo ayuno. La cena que se sirve en casa tras el rito es, con diferencia, una de las más esperadas del año. Todos se reúnen en casa con sus familiares y amigos para disfrutar de un opíparo banquete que, en no pocas ocasiones, acaba en estruendosa borrachera. Además, los siguientes cincuenta días hasta Pentecostés no habrá ayuno, lo cual es un motivo extra para la celebración.

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Descenso de Cristo a los infiernos. Manuscrito etíope del siglo XVIII conservado en The British Library. Foto de Eyob Derillo.

Al amanecer del Domingo de Resurrección, se prepara el desayuno con los restos de la cena y todo el mundo se viste con sus ropas nuevas de fiesta, ya que hay que celebrar con alegría la Resurrección. Es costumbre que las familias se inviten entre sí a comer, y que los sacerdotes y los ancianos reciban regalos, normalmente de comida.

Para acabar, nosotros también queremos desearos unas Felices Pascuas: ???? ??? (Mälkam Fasika)

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Si deseas citar este artículo, puedes utilizar esta fórmula:

LOZANO ALONSO, Mario. “Fasika, la Pascua etíope”, en Reino de Aksum (blog). Publicación: 30/04/2016. Consultado el [añadir fecha]

Yo en LalibelaSobre el autor: Mario Lozano Alonso es un historiador leonés al que le apasiona la cultura etíope, especialmente su rica historia y sus tradiciones artísticas. Puedes seguir sus investigaciones sobre Etiopía en su web reinodeaksum.com.

Asante, el imperio de los akan (Podcast 18 de «La Biblioteca de Tombuctú» – THDT)

Entrada Podcast 18

Este artículo ha sido elaborado para la sección La Biblioteca de Tombuctú del programa de radio Tras las Huellas del Tiempo. Puede escuchar el podcast aquí:

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El reino de Asante o Ashanti se conformó en el territorio central de la actual república de Ghana (no confundir con el antiguo imperio homónimo, con el que no tiene nada que ver). Originariamente, el territorio estaba habitado por un conglomerado de pueblos de diferente origen: akan procedentes del norte del límite del bosque húmedo, algunos fante y otros pueblos llegados de la actual Nigeria.

En general, cada etnia actuaba de manera independiente, comerciando con el oro y la nuez de cola, los principales productos de la región. Los numerosos grupos competían entre sí por el control de los recursos, recurriendo en no pocas ocasiones a las armas para solucionar sus diferencias.  La situación cambiará bajo el mando de Osei Tutu (1697-1731), gobernante de Kumasi, quien dirige a una primera coalición de pueblos akan para vencer a otros akan y conquistar el mercado de Tafo. Esta primera coalición tomó el nombre de Asante, que en twi significa “a quienes les gusta la guerra”. La principal amenaza provenía de dos grandes estados, Denkyira y Domaa, que exigían grandes tributos anuales a los akan.

La tradición asevera que, tras las primeras victorias militares, los líderes tribales akan se reunieron para elegir un rey que los dirigiese. En dicho encuentro, Okomfo Anokye, máximo líder religioso de los akan, hizo bajar del cielo un taburete de oro, el cual cayó justo frente a Osei Tutu, a la sazón líder de la naciente nación. Los jefes tribales reconocieron así su autoridad, ya que el taburete contenía, según Okomfo Anokye, el espíritu de todos los asante.

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Okomfo Anokye haciendo bajar del cielo el taburete dorado (Sika ‘Dwa). Fuente.

Asante fue el único estado capaz de reunir a la mayoría de los akan en un único reino. A partir de la capital, Kumasi, Osei Tutu (1695-1717) comienza la construcción delun verdadero imperio: primero conquista Daamo y luego hizo lo propio con Denkyira, el principal estado del suroeste de la actual Ghana, cuya prosperidad se basaba en el comercio esclavista con los holandeses del castillo de Elmina.

Aunque inicialmente Denkyira no quería la guerra con los Asante, el conflicto estalló en 1699 cuando intentaron imponer un nuevo tributo a los asante. Este abuso enfureció a Osei Tutu, quien conquistó Denkyira, permitiendo a los asante acceder al mar, la Costa de Oro de los europeos. Esto les garantizaba poder comerciar directamente con ellos, intercambiando oro y esclavos por armas de fuego.

Asante - Ceremonia de Yam en 1817

Los asante celebrando la ceremonia de Yam en 1817. Fuente: Wikimedia.

Opoku Ware fue el siguiente rey (Asantehene), gobernando a partir de 1720. A pesar de que tuvo que combatir a una coalición formada por Denkyira, Akim, Sefwi y Akwapim, logró derrotarlos e incluso añadió al imperio nuevos territorios en la cuenca del Volta. Al final de su reinado, los Asante gobernaban la mayor parte del territorio de la actual Ghana.

En 1764 sube al trono Osei Kwadwo, quien establece un sistema burocrático para controlar su ya extenso imperio. Para acceder al funcionariado, existían dos maneras: la primera era por adscripción a una familia noble por línea materna; y la segunda era mediante los logros personales de cada cual. Así se satisfacían las pretensiones de la nobleza y de la gente común.

Se creó también un tipo de policía, la Ankobia, que funcionaba como un ejército permanente al servicio del rey, cuyo poder crecía día a día. Aunque no pudieron evitar movimientos levantiscos, sí que podían sofocarlos con facilidad al poder ser movilizados con rapidez.

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Castillo de Elmina. Desde su construcción por los portugueses en 1482, ha funcionado como centro esclavista y de comercio con los pueblos costeros. Fuente: Wikimedia.

Los Asante construyeron así un imperio comparable con las clásicas Ghana, Mali o Songhai, aunque sus dimensiones eran mucho menores. Su estructura, sólida, mantenía bajo su control la actual república de Ghana y partes del interior de Costa de Marfil y Togo.

Los problemas para Asante comenzaron en el sur, en la costa. Mientras ellos comerciaban con los holandeses del fuerte de Elmina, los fante, otro pueblo costero, hacían lo propio con los ingleses de Cape Coast. Los ambiciosos  fante quería controlar en exclusiva el comercio con los europeos, declarando la guerra a los Asante, quienes los derrotaron en Abora en 1806. Osei Bonsu (1801-1824), llamado la Ballena, ataca también el fuerte holandés de Nueva Amsterdam, ocupándolo, y derrota a los ingleses en Anomabu. Los ingleses se vieron forzados a firmar un tratado que reconocía a los asante su dominio en la región costera.

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Extensión del imperio Asante en 1750. Fuente: AA.VV. História Geral da África. Unesco: 2010. P. 502.

El declive

Los ingleses no olvidarán esta amarga derrota. En 1824, el gobernador de Sierra Leona, McCarthy, marcha sobre el territorio asante (Primera Guerra Asante), pero es derrotado de manera estrepitosa, suicidándose para no caer en manos del enemigo.

En total hubo otras tres guerras entre Inglaterra y Asante. En la segunda (1863), la situación no terminó claramente por las graves bajas causadas por las enfermedades en ambos bandos; la tercera (1873-1874) acabó con Kumasi, la capital, saqueada y quemada por los ingleses, impresionados por el tamaño del palacio del Ashantehene.

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El taburete dorado en su trono. Fuente: Wikimedia.

El fin llegó con el rey Kwaku Dwa III (1888-1896), quien envió a Londres una embajada exigiendo el respeto de su independencia, al tiempo que ponía de relieve su voluntad de ser amigo de los blancos. El gobernador inglés de Sierra Leona le pidió entablar negociaciones, a lo que el rey accedió. Cometió el error de querer llevarlas a cabo en Kumasi, ciudad en la que entró con paso franco el ejército inglés, deteniendo al rey y deportándolo a Sierra Leona. Así se acabó el glorioso reino de los akan, con la cuarta Guerra Asante. En 1900, ya como colonia inglesa, el gobernador británico cometerá la estupidez de querer sentarse en el taburete de oro del Ashantehene, lo que provocará la última guerra contra los Asante (1900).

Bajo la dominación colonial y la moderna república de Ghana el asantehene perdió su poder político. Sin embargo, el decimosexto rey , Osei Tutu II, sigue residiendo en el palacio de Kumasi y es una figura muy respetada no sólo por los asante, sino por todos los ghaneses.

Más de 200 muertos en un ataque en el estado regional de Gambela (Etiopía)

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Mapa del estado de Gambela. Fuente: Horn Affairs.

El pasado viernes, 15 de abril, un grupo de guerrilleros de la etnia Murle, procedentes de Sudán del Sur, cruzaron la frontera del estado etíope de Gambela para perpetrar un ataque que afectó a los woredas (distritos) de Nare, Dikawa y Mekuwe.

Según el gobierno etíope, los atacantes, a los que define como grupos de bandidos, asesinaron a 140 personas y raptaron a 39 niños, mientras fuentes sudanesas aumentan el saldo de muertos a 170. La respuesta del ejército etíope, que se habría internado en territorio sursudanés, habría provocado la muerte de 60 de los asaltantes. A falta de confirmación, se cree que la operación de castigo continúa.

La mayor parte de los asesinados pertenecen a la etnia Nuer, mayoritaria en la región. La agresión se encuadra dentro de los conflictos interétnicos que afectan a Sudán del Sur y al estado regional de Gambela. No en vano, los Murle son considerados por las etnias vecinas como practicantes de magia negra y ladrones de ganado.

Según el diario digital Horn Affairs, no se trataría del primer ataque de guerrillas Murle contra territorio etíope, ya que poco antes habrían provocado 16 muertos en el woreda de Abobo, también en Gambela. El gobierno etíope descarta que se trate de una operación militar respaldada por el gobierno sursudanés.

El estado regional de Gambela comparte con el vecino Sudán del Sur dos grupos étnicos: los Nuer, que componen el 46% de sus 307.096 habitantes, y los Anuak. Como consecuencia de la guerra civil que afecta al estado más joven del mundo, la demografía de Gambela se ha alterado gravemente, ya que actualmente acoge a más de 270.000 personas que viven como refugiados en los campamentos de Jewi, Pugnido, Okugo, Kule o Tierkidi, entre otros, lo que ha supuesto duplicar la población regional, con todos los problemas logísticos y de alimentación que eso supone.

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Gambela en Etiopía. Fuente: Wikimedia.

Gambela es uno de los estados más subdesarrollados del país. Las diferentes etnias que lo pueblan practican la ganadería y la agricultura de subsistencia. Las infraestructuras, poco desarrolladas, hacen que sea uno de los kililoch (estados regionales) más remotos de Etiopía. Al estar ubicado en la cuenca del Nilo, su escasa altitud facilita la existencia de mosquitos transmisores de malaria y otras enfermedades endémicas. La mayoría de la población (70%) practica el cristianismo evangélico gracias a la intensa actividad de varios grupos misioneros radicados en la zona desde hace décadas.

Ranavalona I, la ambiciosa reina de Merina (Podcast 17 de «La Biblioteca de Tombuctú» – THDT)

Entrada Podcast 17

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La reina Ranavalona I de Merina, el estado hegemónico del Madagascar precolonial, es, quizá, uno de los personajes más controvertidos de la historia africana. Por un lado, fue una firme defensora de la cultura e independencia malgache frente a las apetencias coloniales francesas y británicas, pero, por otro lado, su celo unificador y su odio hacia todo lo occidental la hizo incurrir en graves errores que minaron la incipiente modernización del país.

Radama I

Radama I. Fuente: Wikimedia

Aprovechando su privilegiada posición en las tierras altas centrales de Madagascar, desde el siglo XVI el reino de Merina estaba llevando a cabo una agresiva política expansiva. El objetivo no era otro que unificar bajo su mando toda la isla de Madagascar, donde el pueblo malgache estaba dividido en una miríada de pequeños estados y etnias. Este proceso unificador se aceleró bajo el reinado de Radama I (1793-1828), quien, gracias a sus tratados con los ingleses, inició una tímida modernización que implicó la apertura de las primeras escuelas de la isla y la adopción del alfabeto latino en lugar del arábigo. Sin embargo, de la mano de los ingleses entraron numerosos misioneros y mercaderes europeos que harán que la historia de la isla cambie para siempre.

La esposa de Radama fue una princesa llamada Ramavo, la cual pertenecía a una de las principales familias de la isla. Sin embargo, fue un matrimonio sin amor: el rey prefería la compañía de otras mujeres y, además, Ramavo no le dio hijos. Si a todo esto le sumamos que su marido había mandado asesinar a varios miembros de su familia, podemos hacernos una ligera idea del odio que la princesa albergaba contra su esposo. Pese a todo, aquella despreciada mujer tenía una desmedida ambición que pronto haría que pasase a la primera línea de la política real.

Radama I - Tumba

Tumba de Radama I (a la derecha) en 1885. Fuente: Wikimedia.

Según parece, el rey Radama I tenía una pasión desmedida por la bebida que le llevó joven a la tumba. Así, cuando aún no tenía los 34 años, falleció a causa de una grave intoxicación etílica, aunque pronto muchos señalaron a Ramavo como su asesina. La sucesión de Radama fue sangrienta: la reina no dudó en asesinar a su propio sobrino –y heredero legítimo al trono- Rakotobe, para ascender al trono en 1828 con el nombre de Ranavalona (la retirada). Fue la primera monarca femenina desde la fundación del reino de Merina en 1540.

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En verde claro, expansión del reino de Merina bajo el reinado de Ranavalona I. Fuente: Wikimedia.

Decidida a continuar la labor unificadora de su marido, organizó un ejército que contaba con entre 20.000 y 30.000 soldados. Las guerras libradas contra los pueblos no merina provocaron alrededor de 60.000 muertos en los combates, y una cifra muy superior e incalculable de bajas civiles por las hambrunas derivadas del conflicto. Además, enfermedades como la malaria diezmaron al nuevo ejército, matando al 30% de sus efectivos. Otro efecto secundario fue la captura de un millón de esclavos procedentes de las regiones costeras, que hizo que dos tercios de la población de Antananarivo fuese esclava (andevo).

Ranavalona estaba convencida de que las potencias colonialistas –Francia y Reino Unido- querían acabar con el reino de Merina, por lo que mantuvo una política decididamente hostil hacia todo lo venido de Europa. Desde el rova o palacio de Antanarivo continuó con la tímida modernización del país, introduciendo avances tecnológicos europeos y una moderna burocracia al tiempo que se erigía como la defensora de las tradiciones seculares de la isla.

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Manjakamiadana de Ranavalona en Antanarivo. Fuente: Wikimedia.

La impopularidad de la reina entre los europeos se debió, sobre todo, a la violenta persecución que dirigió contra los cristianos. Aunque la gran mayoría de los malgaches seguían practicando la religión tradicional, las conversiones a la nueva fe eran cada vez más numerosas. Ranavalona, que odiaba al cristianismo por ser una importación  cultural europea, decidió el 1 de marzo de 1835 prohibir bajo pena de muerte su práctica, sometiendo  a los cristianos a la prueba del veneno (tangena), quemándolos vivos o despeñándolos, además de quedarse con todos sus bienes.

El siguiente paso antieuropeo se dio en 1857, cuando Ranavalona expulsó a todos los comerciantes europeos de la isla. La medida no excluyó al francés Laborde, propietario de un verdadero entramado industrial muy avanzado para la época, el cual le había convertido en el hombre más rico del país.

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La reina Ranavalona I, retrato de P.A. Ramanankirahina. Fuente: Wikimedia.

El bloqueo franco-británico impidió que la reina pudiese adquirir armamento moderno, tan necesario para su expansión. Además, su política militar provocará graves revueltas: en adelante, las tropas dejarán de ser alimentadas por el estado, y, por si esto fuera poco, cada provincia debía aportar 2.500 soldados fuese cual fuese su población, lo que provocó la queja de los territorios más despoblados.

A su muerte, en 1861, fue sucedida por su hijo Radama II, a quien la reina obligó a reconocer como el unigénito póstumo de su marido Radama I, a pesar de que el niño había nacido más de nueve meses después de la muerte de su supuesto padre. Su reinado, aunque breve, marcará la vuelta de los europeos al país y el fin de la persecución del cristianismo.

Homenaje al Padre Ángel R. Garrido Herrero (Podcast 16 de «La Biblioteca de Tombuctú» – THDT)

Cabecera Podcast 16

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Hoy los anaqueles de nuestra biblioteca se tiñen de luto para homenajear a uno de esos sabios españoles que son desconocidos para el gran público, pero cuya labor docente ha sido clave para el desarrollo de los estudios orientales en España. Hablamos del Padre Ángel Rufino Garrido Herrero, quien falleció el pasado 14 de marzo en Madrid.

Nacido en Condemios de Arriba (Guadalajara) el 1 de octubre de 1927, pronto siente la llamada del sacerdocio. Ya en el seminario dio muestras de una inteligencia fuera de lo común que no pasaría desapercibida a sus mentores. No en vano, ya en 1953, y tras dos años ejerciendo de párroco rural, el arzobispo de Madrid, Leopoldo Eijo, le incluye en un grupo de sacerdotes dedicados al estudio de lenguas orientales.

Su maestro fue el jesuita Joaquín María Peñuela, del CSIC, dedicando diez años al estudio del siriaco, el hebreo, el árabe y el etiópico clásico (ge’ez). Se licenció en 1964 en Filología Clásica, aunque no dejaría de estudiar lenguas nuevas; así, aprendió copto, acadio, sumerio y arameo. Ni siquiera siendo un anciano perdió el ánimo de aprender algo nuevo, e incluso, ya octogenario, continuó impartiendo clases a quienes nos acercábamos a él en busca de su saber.

Quienes le conocieron, además de su modestia y generosidad, destacan del Padre Ángel su labor pionera como formador de varias generaciones de expertos en lenguas orientales. A partir de 1963 impartió clases en el seminario de Madrid y, posteriormente, en el Centro de Estudios Teológicos San Dámaso, germen de la actual Universidad Eclesiástica matritense de San Dámaso. A partir de 1989 fue profesor en el Instituto Diocesano de Filología Clásica y Oriental San Justino. También ejerció la docencia en la Universidad Complutense, en la que fue profesor de acadio durante diez años. Todos sus alumnos reconocen en él a un auténtico Maestro con mayúsculas, sabio, paciente y cariñoso.

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El P. Ángel Garrido residió la mayor parte de su vida en la madrileña Carrera de San Francisco.

Gracias a los conocimientos que D. Ángel transmitió a sus pupilos, algunos de ellos después convertidos en profesores universitarios, brotaron, como las ramas de un árbol, los primeros planes de estudios universitarios que incluían las lenguas del Oriente Próximo; no en vano, de aquel árbol él era su raíz. Los estudios de lenguas semíticas de este país le deben mucho.

No quisiera olvidar la otra faceta a la que consagró su vida, el sacerdocio. Nunca olvidó sus tareas pastorales y, como fruto de sus reflexiones personales sobre la figura de Cristo, publicó sus dos únicos libros: El hombre y el misterio, conversaciones en voz baja (1978) y Luz en la sombra (2014).

El padre Ángel nunca pisó Etiopía y, sin embargo, conocía su lengua clásica, el ge’ez, a la perfección. Le conocí gracias a uno de sus discípulos, Jesús García Recio, hoy día uno de los principales asiriólogos de este país. Guardo muy gratos recuerdos del camino entre la estación de metro de Tirso de Molina y su casa, en la Carrera de San Francisco, atravesando el barrio de La Latina, porque aquellas calles me anunciaban que ya estaba llegando a mi hora de clase de etiópico con el Padre Ángel.

El sacrificio que me suponían las cuatro horas y media de autobús desde León sólo para verle resultaba poca cosa ante el privilegio de escucharle. En nuestros encuentros siempre me trató con gran cariño y paciencia, a pesar del gran esfuerzo que le suponían aquellas lecciones al ser ya octogenario y escuchar y ver muy mal. A día de hoy me sigue conmoviendo su generosidad hacia mí, que sólo comprendí cuando leí alguno de sus libros. Me sorprendía su prodigiosa memoria: sin abrir un diccionario recordaba todas las palabras de los ejercicios, e incluso era capaz de saber de qué obra literaria se había extraído una frase empleada en un manual. Aún puedo ver su despacho, pintando de verde, lleno de recuerdos y con su estantería llena de libros con los que era posible viajar al Oriente sin salir de Madrid.

***

En el podcast entrevistamos a Alfonso Vives, profesor de la Universidad de Valladolid, del Instituto Bíblico y Oriental y el Estudio Teológico Agustiniano. Fue alumno de copto del P. Ángel durante varios años.

Marina Escolano-Poveda, egiptóloga que se encuentra realizando su doctorado en la Universidad Johns Hopkins, también fue alumna del P. Ángel, aprendiendo con él copto. En su página The Egyptological Bibliophile escribió estas palabras de homenaje:

«Ha fallecido el Padre Ángel Garrido Herrero, profesor en la Universidad Eclesiástica San Dámaso. Fue mi profesor de copto en el curso 2008-2009, cuando la institución se llamaba Instituto de Filología Clásica y Oriental San Justino, en Madrid. Don Ángel era un verdadero sabio de esos que ya apenas se encuentran, conocía a la perfección lenguas como el griego, el latín, el árabe, el hebreo, el etiópico, el acadio, o el copto, y fue el profesor de varias generaciones de filólogos de la Antigüedad. Pero lo más importante, y lo que lo hacía tan querido, era su grandísima bondad. Era una persona sin dobleces, un profesor atento, generoso, que hacía que aprender una lengua antigua se convirtiese, en mi caso, en el momento más esperado del día. No me importaba tener que hacer varias conexiones de metro y de cercanías para llegar por la tarde, después de muchas horas de clase en la universidad, a San Justino, con mi gramática copta de Lambdin bajo el brazo y mucha ilusión. Don Ángel siempre llegaba a clase con una sonrisa, me preguntaba por mi familia, sobre mis planes de estudiar en Estados Unidos, y entonces nos enfrascábamos en la lectura de textos antiguos coptos, en las peripecias de unos monjes de hace siglos por el desierto, en la comparación del Nuevo Testamento griego y copto… Todavía, cuando leo textos coptos, puedo escuchar su voz pronunciando las antiguas palabras. Hoy es un día triste, pero don Ángel siempre vivirá en las enseñanzas y los recuerdos que sus alumnos tenemos de él. mAa-xrw»

Los discípulos del P. Ángel fueron muchos durante varias generaciones. Ante la imposibilidad de ponernos en contacto con todos ellos, deseamos que perdonen la omisión y, si lo desean, que sepan que pueden enviarnos sus palabras de homenaje a través de la pestaña Contacto de este blog.

No queremos olvidarnos de su familia. Deseamos transmitirles nuestros ánimos y, humildemente, esperamos que este sencillo homenaje sirva para reconfortarles tras la pérdida.

Que descanse en paz.

Preestreno en Madrid de «Efraín», la primera película del etíope Yared Zeleke

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Yared Zeleke, en el centro, en un momento del encuentro en FNAC. Foto: Mario Lozano.

Efraín, la ópera prima del director etíope Yared Zeleke, fue preestrenada ayer en el Palacio de la Prensa de Madrid. El evento fue un éxito rotundo no sólo por la calidad de la película, la primera etíope en participar en el festival de Cannes, sino también por el lleno de público que se registró en la sala. Al finalizar la proyección se ofreció la típica ceremonia del café etíope.

El día antes, Betta Pictures, distribuidora de la cinta en España, organizó en el FNAC de Castellana el encuentro Efraín y la cultura etíope, en el que participaron el director, Yared Zeleke; el catedrático de Prehistoria de la UCM Víctor Manuel Fernández; Miguel Llansó, director del filme Crumbs; y la pintora Irene López de Castro.

Efraín en FNAC

Vista del debate sobre Efraín y la cultura etíope. Foto: Mario Lozano.

La presentación se convirtió así en una animada charla sobre cómo la película plasma con fidelidad la vida rural etíope: el sempiterno miedo al hambre de unas comunidades agrícolas que viven mirando al cielo esperando la lluvia, la emigración a la gran ciudad para buscar un medio digno de vida, o la importancia del cristianismo, tan orgullosamente defendido por los pobladores de las Tierras Altas. Pero Zeleke también refleja el machismo imperante en la sociedad etíope: cada vez que Efraín intenta cocinar algo, es increpado por su tío Solomon, que cree que es «un trabajo de mujeres». Por último, se destacó la presencia de las otras religiones tradicionales etíopes: el islam, representado por la pastorcilla que ayuda a Efraín -y que  aparece en una preciosa escena rezando bajo un árbol- y el judaísmo de los Beta Israel, ya que en dos ocasiones se habla del origen falasha de la madre de Efraín.

Sinopsis de Efraín

El filme narra la historia de Efraín, un niño de 9 años que vive en una zona rural de Etiopía fuertemente castigada por la sequía. Tras la muerte de su madre, su padre decide mandarle a vivir con unos parientes mientras él busca trabajo en Addis Abeba.

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El niño no estará solo, ya que se lleva consigo a su oveja -y mejor amiga- Chuni. El poblado en que viven sus tíos se ubica en una zona montuosa y muy fértil, la cual destaca por sus hermosos paisajes -uno de los puntos fuertes de la película- de intenso color verde. Su familia adoptiva se compone de sus tíos, un matrimonio convencional en el que él destaca por su mal carácter mientras ella vive eternamente preocupada por la salud de una de sus hijas. Completan el cuadro la madre de su tía, quien siempre tiene a mano un látigo para disciplinar, y la otra hija del matrimonio, que aunque está en edad casadera parece más interesada en leer periódicos que en buscar marido.

Tras enterarse de que su antipático tío quiere sacrificar a su oveja por la cercanía de una fiesta religiosa (Meskel), Efraín comienza a tramar su huida de su hogar de adopción. Planea comprar un billete de autobús sin saber muy bien a dónde: ¿volverá a su pueblo natal, o irá a la capital a buscar a su padre? La única certeza es que necesita dinero, para lo que comienza a cocinar sambusa, un delicioso plato de la cocina tradicional etíope, que venderá para poder llevar a cabo su plan.

Yared Zeleke en Madrid

Yared Zeleke. Foto: Mario Lozano.

El director

Yared Zeleke nació en 1978 en Etiopía. Tras completar sus estudios en Desarrollo Internacional en la Universidad de Clark, estudió cine en Nueva York. Antes de comenzar su carrera como director de cine, trabajó en diversas ONGs de cooperacion al desarrollo. Efraín es su primer largometraje, si bien anteriormente había elaborado varios cortos y documentales.

La película Efraín tiene mucho de autobiográfica, tal y como señaló en una reciente entrevista concedida al diario The Guardian, ya que Zeleke se crió en los barrios de chabolas de Addis Abeba durante los años más duros de la brutal dictadura del Derg (1974-1991). Tal y como señala en el dossier oficial de la película del festival de Cannes, él mismo fue abandonado por su madre, quien le dejó en su chabola malditapara buscar una vida mejor. Sin embargo, el propio director recuerda su infancia como una época feliz donde todo el vecindario se ocupaba colectivamente de la educación de los muchachos.

Datos de la película

  • Dirección y guión: Yared Zeleke.
  • Año: 2015
  • Países: Etiopía, Francia, Alemania y Noruega.
  • Productores: Laurent Lavole, Ama Ampadu y Johannes Rexin.
  • Protagonistas: Rediat Amare (Ephraim), Kidist Siyum (Tsion), Welela Assefa (Emama), Surafel Teka (Solomon), Rahel Teshome (Azeb) e Indris Mohamed (Abraham).
  • Música: Christophe Chassol
  • Duración: 94 minutos.
  • Estreno en cines: 8 de abril. Distribuye en España Betta Pictures.

Celebrada en Madrid la conferencia sobre los 120 años de la batalla de Adua

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Mario Lozano Alonso en un momento de la presentación.

El pasado 17 de marzo, Mario Lozano Alonso impartió en la sede de la Fundación Sur la conferencia La Batalla de Adua, 120 años de la victoria que libró a Etiopía del colonialismo. La presentación corrió a cargo de Manuel Teigell, de la Fundación Sur.

En ella se analizaron los antecedentes que llevaron a la ruptura de hostilidades entre Italia y Abisinia (hoy Etiopía), relacionados con la necesidad de apoyo mutuo entre Italia, que estaba inmersa en la conquista de Eritrea, y Menelik II, quien necesitaba las armas italianas para imponerse sobre el hijo del emperador Yohannes IV. Fruto de esta colaboración, en 1889 se firma el Tratado de Uccialli, en el que Menelik reconoce las conquistas transalpinas en Eritrea a cambio de su reconocimiento como emperador. Pero el artículo 17, en el que Italia pretendía convertir al viejo imperio africano en un protectorado, pronto provoca tensiones entre ambos países que desembocan en la I Guerra Italo-Abisinia, la cual terminaría el 1 de marzo de 1896 en la batalla de Adua. La victoria abisinia mantendrá al país fuera del mapa de conquistas coloniales.

Conferencia

Una vista de la sala durante el evento.

Entre el público se encontraban Alemu Bekele, representante en España de Ethiopian Airlines; Víctor Manuel Fernández, profesor de la Complutense; Ana Camacho, periodista; Manuel Riesgo, de la Universidad de La Manouba; y Clara Caballero, secretaria de la Asociación Española de Africanistas, entre otros. Desde aquí queremos agradecer a todos los asistentes su presencia en el acto.

Shaka, rey de los zulúes (Podcast 15 de «La Biblioteca de Tombuctú» – THDT)

Entrada Podcast Shaka

Este artículo ha sido elaborado para la sección La Biblioteca de Tombuctú del programa de radio Tras las Huellas del Tiempo. Puede escuchar el podcast aquí:

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La actual república de Sudáfrica es un mosaico cultural donde conviven numerosas etnias diferentes. De todas ellas, la más conocida sin duda es la zulú, que en realidad es un subgrupo de los nguni, la macroetnia que engloba a zulúes, xhosas, swazis y ndebeles. Conocidos por su fiereza, el pueblo zulú, hoy la mayor etnia del país, fue un actor significativo en la lucha por el control del territorio sudafricano en el siglo XIX. Pero, ¿cómo surgió este pueblo?

La génesis de los zulúes hay que buscarla en la figura de su primer gran rey, Shaka. Hijo ilegítimo del jefe nguni Senzangakhona, nació cerca de Melmoth, en la actual provincia de KwaZulu Natal.

Perseguido por su condición de bastardo, Shaka vivió como pastor y cazador en las tierras del clan de su madre hasta que entró al servicio militar de Dingiswayo, jefe de Mthethwa, el estado dominante en el sureste sudafricano en aquel momento. Como todos los hombres válidos para el combate, fue insertado en un ibutho lempi, uno de los equipos de combate donde todos los soldados pertenecían a un mismo grupo de edad. Shaka pronto se distinguió por su bravura, llamando la atención del propio Dingiswayo, quien le puso al frente de un ibutho o regimiento.

Zulúes - Río Tugela

Río Tugela con las montañas Drakensberg al fondo. Fuente: Wikimedia.

A la muerte de su padre Senzangakhona, Shaka no dudó en matar a su hermano Sigujana, el legítimo heredero, con el apoyo de Dingiswayo. Pero, tras el asesinato de su protector a manos de Zwide, rey de los Nwandwe, Shaka se retiró junto a su pueblo al valle del Tugela, donde instaló su capital, Bulawayo. Aquí decide el cambio de nombre de su rama de los nguni: a partir de entonces, Shaka bautiza a su pueblo como los amaZulu, los hijos del cielo, de donde proviene el término zulú.

Shaka aún no era lo suficientemente poderoso como para poder imponer su dominio sobre la región. Hábil estratega, pronto hace crecer a su ejército mediante alianzas con otras tribus y, sobre todo, con la incorporación en su fuerza militar de los soldados de las tribus vencidas.

En 1817, Shaka había formado un ejército lo suficientemente poderoso como para poder desafiar a Zwide, el asesino de su mentor. A partir de la vieja formación del ibutho,  crea un nuevo ejército compuesto por los disciplinados impis, regimientos de 1000 soldados, dirigidos cada uno por un induna y dotados de grandes escudos y azagayas cortas para el combate cuerpo a cuerpo. Esto suponía toda una novedad, ya que hasta entonces la lanza era concebida como un arma arrojadiza.

En la batalla de la colina de Gqokli contra Zwide (1818), Shaka estrena su táctica  Impondo Zankomo –los cuernos de búfalo-, en la que sus tropas, dispuestas en forma de cuernos de vaca, eran capaces de rodear por los flancos a sus enemigos, al que se le cortaba cualquier posible escapatoria. Forzándolo a luchar, los soldados de los cuernos de la formación empujaban al enemigo hacia el centro, donde se ubicaban los soldados más veteranos, quienes terminaban la masacre.

En 1820, Shaka vuelve a derrotar a Zwide en la batalla del río Mhlatuze: a partir de entonces, los Nwandwe escapan de los zulúes, comenzando el período llamado Mfecane o Gran Machacamiento. Las guerras zulúes causaron la muerte de entre uno y dos millones de personas, principalmente por los desplazamientos forzosos de población y las hambrunas provocadas por la guerra.

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Situación política de Sudáfrica en tiempos de Shaka. En marrón oscuro, al este, los territorios controlados por los zulúes.

Shaka logró dominar un territorio de unos 30000 km2 habitado por cerca de 250.000 personas, una cifra muy modesta si lo comparamos con los imperios africanos clásicos, pero muy significativa en una región étnicamente muy fragmentada. Además, había creado una maquinaria de guerra perfecta, militarizando a la sociedad zulú: sólo se permitía el matrimonio de los guerreros más valerosos, y el servicio militar podía durar décadas.

En septiembre de 1828, Shaka fue asesinado por dos de sus medio-hermanos y un induna, quienes le tendieron una emboscada. Los conspiradores arrojaron el cuerpo del genial rey zulú a un silo de pozo, donde lo cubrieron con barro y piedras, sin que se sepa dónde está su sepultura. Le sucedió Dingane (1828-1840), uno de sus medio-hermanos homicidas, quien, carente de la capacidad estratégica de Shaka, habrá de claudicar frente a los granjeros bóeres.

El legado de Shaka sigue siendo muy importante en Sudáfrica. Nadie pone en duda su capacidad como jefe militar, quizá el más brillante de la historia africana. Durante los espantosos años del Apartheid, mientras la minoría blanca intentaba convencer a la mayoría negra de su inferioridad racial, los zulúes y sus pueblos hermanos recordaban con orgullo las gestas de Shaka.

Conferencia «La Batalla de Adua. 120 años de la victoria que libró a Etiopía del colonialismo» – Madrid, Fundación Sur, 17-03-2016

Conferencia Batalla de Adua

El 17 de marzo de 2016 (jueves), a las 19:15, Mario Lozano Alonso, historiador especializado en historia etíope, impartirá en la Fundación Sur la siguiente conferencia:

La Batalla de Adua. 120 años de la victoria que libró a Etiopía del colonialismo.

En esta conferencia, además de repasar el desarrollo de una batalla de la que se cumplen este año 120 años, se conocerán los antecedentes que condujeron a la guerra entre Etiopía (en aquel momento conocida en Europa como Abisinia) e Italia y, también, las consecuencias que tuvo la victoria etíope: la firma del Tratado de Addis Abeba, la caída del gobierno Crispi y el sentimiento de humillación que la derrota produjo en Italia, que desembocaría en la invasión fascista de Etiopía de 1935.

Sobre el ponente: Mario Lozano Alonso (León, 1982) está realizando su doctorado sobre la yihad de Ahmad Graññ contra el Imperio Etíope (1529-1543). Es docente de cultura etíope y ge’ez (Etiópico Clásico) en el Instituto Bíblico y Oriental de León y Madrid, y de Historia de África Subsahariana en el CEPOAT de la Universidad de Murcia.

Organiza: Fundación Sur.

Lugar: Fundación Sur. C/ Gaztambide, 31 (Madrid). Metro más cercano: Argüelles (L3, L4 y L6).

Día y hora: 17 de marzo, 19:15 h.

Entrada libre hasta completar aforo.

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