Este artículo ha sido elaborado para la sección La Biblioteca de Tombuctú del programa de radio Tras las Huellas del Tiempo. Puede escuchar el podcast aquí:
La sabana regada por el río Níger, en África Occidental, es la cuna de algunas de las más importantes civilizaciones de la humanidad. Aquí se desarrollaron imperios como el de Songhai, Mali o Ghana, el cual no hay que confundir con el actual estado homónimo, mucho más al sur.
La existencia de la poderosa Ghana la conocemos gracias a los trabajos de varios historiadores musulmanes, destacando Ibn Hawqal y el cordobés al-Bakri. A comienzos del siglo III de nuestra era, el pueblo soninké se instala en la vasta región situada entre las curvas divergentes de los ríos Níger y Senegal.
No sabemos mucho de ellos, aunque la tradición legendaria recogida en el Tarij as-Sudan (Historia del Sudán, de Abd al-Sadi) indica que fue fundada por una dinastía blanca de origen semita, la cual dio 44 gobernantes hasta que el mestizaje con los nativos dio lugar a una dinastía negra. Mahmud Kati, en su Tarij al-Fettash, narra que el cambio dinástico se debió a un golpe de estado orquestado por cortesanos negros, los cuales le entregaron el trono a un rey negro, el Kaya Maghan (el dueño del oro), fundador de la dinastía reinante de los Cissé.
Ghana o Wagadu (país de los rebaños) ocupaba un amplio espacio entre los ríos Senegal y Níger, que en aquella época tenía un clima más húmedo que hoy, propiciando la ganadería y la agricultura. Se trataba de un imperio multiétnico, con pastores bereberes de origen sinjaya, y agricultores negros ba fur, soninké y songhai.
El imperio logró su máxima extensión en el siglo X, cuando controlaba el acceso a las minas de oro del sur y tenía subyugados a varios reinos (Tekrur, Walata, etc.). La economía se basaba en la agricultura de subsistencia y la ganadería, pero tenía un pilar fundamental en la actividad comercial.
Al sur se hallaban regiones cuyos ríos producían pepitas de oro en abundancia, del que Ghana actuaba como centro distribuidor hacia el Magreb. El comercio aurífero era monopolio del rey, que controlaba la distribución de las pepitas del preciado metal para evitar la devaluación. El oro circulaba sobre todo en forma de polvo, como parece confirmar el hallazgo de juegos de pesas y medidas de cantidades tan pequeñas que sólo pudieron usarse para pesar metales preciosos.
Los mercaderes magrebíes trataban de evitar a los intermediarios ghaneses viajando ellos mismos a las zonas de producción aurífera. Allí se producía el famoso comercio mudo del oro: en un punto dado, los comerciantes dejaban sus mercancías, volviendo a su campamento. Durante la noche, los nativos dejaban junto a los productos la cantidad de oro que consideraban justa. Al día siguiente, los mercaderes volvían y, si consideraban apropiada la cantidad, recogían el oro y se iban; si no, marchaban sin tocar nada, esperando que a la noche siguiente les trajeran más oro. El proceso se repetía hasta que ambas partes quedaban satisfechas. De esta manera, se evitaba el contacto directo con los musulmanes, famosos por su proselitismo religioso.
La organización política estaba encabezada por el tunka (emperador), quien todos los días realizaba dos rondas por la ciudad, dedicando la primera a impartir justicia. La sucesión al trono era matrilineal: el emperador era sucedido por el hijo de su hermana.
Existía también un Gran Consejo Real en el que también encontramos esclavos libertos e incluso musulmanes, ya que se les apreciaba especialmente por sus conocimientos técnicos.
Con respecto a la religión, la corte y, con seguridad, la mayoría de la población practicaba la religión tradicional, en la que la deidad principal era el Wagadu-Bida, el dios serpiente protector de los Cissé. El islam era tolerado en el país, permitiéndose la construcción de mezquitas y barrios musulmanes segregados.
El yacimiento de Kumbi Saleh, al sur de la actual Mauritania, se cree que fue la capital de Ghana debido a la extensión de sus restos, los cuales han sido datados entre los siglos VI y XI. La existencia de edificios de piedra y grandes extensiones de cementerios han ayudado a afianzar la idea de que éste fue el principal centro urbano ghanés. Por otro lado, al-Bakri, al describir la ciudad en el siglo XI indica que se dividía en dos grandes barrios: uno para los comerciantes y artesanos musulmanes, y otro, situado a seis millas, donde se ubicaba el palacio real. Los restos pertenecen al barrio musulmán, sin que se hayan encontrado aún los vestigios del barrio real.
El imperio de Ghana entra en decadencia en el siglo XI. En aquella época, los almorávides han comenzado a construir su imperio, interrumpiendo o desviando las rutas del comercio transahariano. El tunka Menin, hijo de Basi –los dos únicos monarcas cuyo nombre conocemos- asiste a la destrucción de Koumbi Saleh a manos de los almorávides (1076), que permitirán la existencia de Ghana a cambio de un oneroso tributo. El antaño poderoso imperio será absorbido por el pueblo sosso en el siglo XII.
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