Cultura etíope y eritrea

Etiqueta: 2016 (Página 1 de 4)

¡¡Feliz Navidad!! ???? ??!!

navidad-2016

Desde Reino de Aksum aprovechamos para desear a todas las personas que nos han acompañado a lo largo de este año una feliz Navidad y un próspero año nuevo 2017.

¡¡Feliz Navidad!! ???? ??!!

Imagen: icono de la Virgen y el Niño procedente de la iglesia de Ura Kidane Mehret. Segundo Estilo Lago Tana, Etiopía. Autor: Mario Lozano Alonso.

#100lecturasafricanas – Día 16: «El lugar del Aire», de Dinaw Mengestu

cabecera

La entrada de hoy forma parte de algo mucho más grande, la iniciativa #100lecturasafricanas, diseñada por Sonia Fernández Quincoces para visibilizar, durante 100 días, las ricas literaturas que existen en el continente africano.

portada-el-lugar-del-aireEl lugar del aire

El libro que voy a comentar, El lugar del Aire, es obra del escritor estadounidense de origen etíope Dinaw Mengestu. Lo recomiendo primero porque me gustó mucho, y segundo porque no es fácil encontrar autores etíopes traducidos al castellano, a pesar de la importante tradición literaria etíope.

Como hijo de inmigrantes africanos, las novelas de Dinaw Mengestu tienen mucho de autobiográficas. En El lugar del aire, la trama gira alrededor de Jonas, hijo de una pareja de migrantes etíopes que huyen del régimen de Mengistu. Él es un aspirante a escritor con grandes carencias emocionales y propenso a mentir, consecuencia de una infancia marcada por la violencia y la falta de amor en el matrimonio de sus padres, casados en Etiopía por conveniencia.

En plena crisis con su pareja, Jonas decide replicar el viaje de novios de sus progenitores por Estados Unidos, el cual se convierte en una reflexión y búsqueda de su propia identidad. Conoceremos el duro relato de la emigración de su padre de Etiopía a Estados Unidos, las desilusiones de un matrimonio que nunca debió celebrarse y, también, los sueños rotos y las dificultades de los inmigrantes para alcanzar el supuesto Sueño americano.

Para terminar, sugiero la lectura de sus otras obras. Éstas son Children of Revolution, publicada en 2007, y Todos nuestros nombres (Lumen, 2015), donde se observa que el tema del migrante africano en América es uno de los favoritos del autor.

Si quieres ampliar más sobre la figura y obra de Dinaw Mengestu, puedes leer el artículo que escribí para un curso en Wiriko, o el que publiqué anteriormente en Reino de Aksum.

En otras webs:

Diario de un viaje por Etiopía – Harar, la ciudad santa del islam etíope (VIII)

harar-zagah-uga

El mercado de Zagah Uga. Al fondo, la puerta de Asma’adin.

A cualquier etíope que se le pregunte sobre cuál es la ciudad musulmana más importante del país, responderá sin titubear que Harar. Entre los siglos XV y XVI fue la capital indiscutible del islam en el Cuerno de África, ya que era un centro de enseñanza islámico parangonable con Tombuctú. Su impresionante número de mezquitas y santuarios sufíes hace que sus habitantes aseguren que se trata de la cuarta ciudad más santa del islam.

Sin embargo, no es un enclave especialmente monumental. Comparada con otras grandes urbes clásicas musulmanas como El Cairo, Damasco o Marrakech, Harar sale mal parada. Pero quienes la han visitado insisten en que tiene algo que engancha: quizá sean sus coloridas callejuelas, los hermosos vestidos de las mujeres hararis, los mercadillos que ocupan las plazas principales o los numerosos santuarios sufíes que uno se puede encontrar en casi cada esquina. O puede que sea todo eso combinado lo que la hace tan especial.

carretera-dire-dawa-harar

La carretera a Harar asciende por las montañas Ahmar.

Llegar a Harar no es precisamente sencillo. Alejada al este de la ruta tradicional, para llegar a ella hay que pasar casi necesariamente por Addis Abeba. Desde allí, hay varias opciones de viaje: o bien tomamos un autobús que, tras nueve horas y media de viaje nos deje en Harar, o bien tomar un avión o un tren hasta Dire Dawa y, desde allí, un breve recorrido de poco más de una hora en microbús hasta la ciudad amurallada. Nosotros optamos por el avión (50 minutos de vuelo) por ser la opción más rápida.

Dire Dawa, en pleno Rift, nos recibió con un calor aplatanante, lo propio de una ciudad que es la puerta de la tórrida depresión de Danakil. Segunda ciudad del país por población, apenas tiene cien años. A comienzos del siglo XX, la compañía francesa que construía el ferrocarril Addis-Yibuti quería que éste llegase a la vieja ciudad de Harar. Sin embargo, construir una vía que escalase los montes Ahmar desde el valle del Rift resultaba demasiado caro, por lo que en 1902 decidieron construir una nueva ciudad a 55 kilómetros de Harar, bautizándola como Addis Harar (Nueva Harar). Sin embargo, los somalíes preferían el nombre Dirir Dhabbe, camino de la guerra, que pronto se convirtió en el amhárico Dire Dawa, colina sin cultivar. Poco tiempo después, la nueva ciudad, conectada por tren con el mar, atrajo a muchos de los comerciantes hararis y a gente de todo el país, convirtiéndose en una de las más prósperas de Etiopía mientras la vieja Harar languidecía.

asmaadin-bari

La icónica Asma’adin Bari o Puerta de Shewa.

Llegamos, finalmente, a Harar, la última etapa de nuestro viaje. Al salir del recinto que hace las veces de estación de autobuses, lo primero que encontramos es la puerta de Asma’addin o de Shewa, que se ha convertido en el símbolo de la ciudad. Es una de las seis puertas que hoy horadan la vieja muralla harari, la única que se conserva en todo el país. En los alrededores de la puerta hay un bullicioso mercadillo callejero que penetra en la medina ocupando buena parte de la Zagah Uga, antiguamente una de las arterias principales de la ciudad. Debemos bajar por esta calle para llegar a la casa tradicional Rewda Wober, donde nos alojaremos. Encontrar algo aquí nunca es tarea fácil, pero los lugareños son amables y nos acompañan hasta la casa, que no cuenta con ningún cartel exterior. En cualquier caso, quienes deseen una buena guía de la ciudad les recomiendo que adquieran la publicada en inglés por Arada Books, con buenos planos y las ubicaciones exactas de los puntos de interés, que en ocasiones se hallan ocultos en patios interiores.

Como he dicho antes, Harar es la principal ciudad musulmana del país, no tanto por su tamaño como por su significado histórico y cultural. Entre sus peculiaridades destaca tener su propia lengua, el harari, cuyo uso se limita a la ciudad y a algunas aldeas de alrededor. Harar empezó a ser importante en el siglo XIV, cuando todas las caravanas que unían el Macizo Etíope con el puerto de Zeila, en el Mar Rojo, paraban aquí. Ya en el siglo XVI era la principal urbe del sultanato de Adal, convirtiéndose en su capital cuando Ahmad Graññ, el imán zurdo, comenzó en 1529 su larga yihad de conquista contra el imperio etíope. Y a punto estuvo de ganar cuando, en 1541, 400 mosqueteros portugueses desembarcaron en Massawa –hoy Eritrea- al mando del Cristóbal de Gama, hijo de Vasco de Gama, para apoyar al emperador etíope Gäladewos. Finalmente, Ahmad Graññ murió en la batalla de Zäntära (Wäynä Däga). La guerra terminó ahí, pero ambos estados quedaron tan debilitados que los oromo, belicosos nómadas, aprovecharon para penetrar y ocupar nuevas tierras antaño cristianas y musulmanas. De hecho, el sucesor de Ahmad Grañ, el amir Nur, rodeó la ciudad de murallas para contener los ataques de los oromo. Empezaba así una larguísima decadencia que la llevaría a perder su independencia a finales del XIX, cuando primero se convirtió en colonia egipcia y luego fue anexionada por Menelik II.

makina-guirguir

Makina Guirguir.

Lo bueno de Harar es que la mayoría de los puntos de interés se concentran en la medina amurallada, llamada por los lugareños jugol. El corazón de la ciudad es la plaza de Faras Magala (Mercado de caballos), presidida por la iglesia de Medhane Alem, levantada tras la conquista de la ciudad por los etíopes, en 1887. Desde allí parten las tres arterias principales de la ciudad: la primera, ancha y rectilínea como una cicatriz que desentona con el resto de la medina, Andeña Menged, parte hacia el oeste, donde se abre la fea Puerta del Duque; la segunda, Amir Uga, serpentea hacia el este, el barrio en que se encuentra la mezquita principal; y la tercera, la encantadora Makina Guirguir, llamada así por el ruido de las máquinas de coser de sus numerosos sastres, nos dirige hacia la explanada de Guidir Magala.

callejuelas-de-harar-4

Callejuelas de la medina de Jugol.

Guidir Magala es el mercado más antiguo de la ciudad, fundado probablemente en el siglo XIII. Fue remodelado por los italianos durante su ocupación de Etiopía, construyendo una mezquita y los dos edificios centrales del mercado cubierto. Además de todo tipo de productos básicos del día a día, pudimos ver puestos de venta de khat, la famosa planta cuyas hojas se mascan por sus efectos estimulantes. Su consumo es muy popular en esta zona de Etiopía, pero también en Yemen, Yibuti y Somalia.

tumba-del-emir-nur

Qubbi del Emir Nur.

Cerca de Faras Magala está el qubbi (tumba cupulada) del emir Nur, constructor de la muralla de la ciudad y bravo soldado que intentó, infructuosamente, continuar la yihad de su antecesor, Ahmad Graññ. En el pequeño patio hay una mezquita abierta y varias tumbas. Conviene hacer una breve advertencia: aunque la mayor parte de los musulmanes de la ciudad veneran a los santos, se debe tener en cuenta que no se parece en nada al sufismo de otros países como Turquía, en el que se puede contemplar a los derviches danzantes en algunos tours turísticos. En Harar esto no sucede, así que debemos pedir permiso para acceder a las mezquitas o para participar en cualquier ritual. Si se nos niega, lo mejor es no insistir, sonreír y continuar hacia otro sitio.

mezquita-aljama

Uno de los minaretes de la mezquita Aljama.

Volviendo a Amir Uga, en ella se yerguen los dos minaretes gemelos de la mezquita principal de la ciudad. El acceso a su interior siempre debe hacerse pidiendo permiso, y se puede pedir una pequeña propina. Cerca se halla la única iglesia católica de la ciudad, un modesto edificio oculto entre otras casas. En la misma calle podemos visitar el centro cultural harari, que es en realidad una exposición permanente sobre una casa tradicional.

centro-cultural-rimbaud

Fachada del Centro Cultural Rimbaud.

En las callejuelas que dan a Makina Guirguir encontramos dos interesantes edificios habilitados como museos. El primero es el centro cultural Rimbaud, ubicado en la antigua casa de un comerciante hindú, donde se ha habilitado un museo sobre la estancia del genial poeta francés en la ciudad. En realidad, de su tiempo en Harar (1880-1891) sólo se conservan algunas fotos y un puñado de cartas, ya que Rimbaud vivió dedicado al contrabando de armas y el comercio de café, abandonando la poesía. El otro edificio es la casa donde vivió Haile Selassie, el último emperador etíope, una espléndida casa donde hoy se conserva la biblioteca más importante de la ciudad y numerosos objetos culturales harari.

casa-de-haile-selassie

Casa de Haile Selassie.

La Puerta del Duque marca el comienzo de la ciudad nueva, ubicada al oeste y planificada por los italianos. Organizada a partir de la gran avenida de Charleville –en homenaje a la ciudad natal de Rimbaud-, esta zona de la ciudad gustará a quienes les interese la arquitectura modernista italiana colonial. Merece la pena ver la estatua ecuestre de Ras Makonnen, en la plaza central.

estatua-del-ras-makonnen

Estatua de Ras Makonnen.

Las murallas merecen en sí mismas una visita. Con sus 3.342 metros de longitud, abarcan 48 hectáreas de terreno. Se conservan bastante bien, e incluso las cinco puertas originales han superado el paso del tiempo, aunque con restauraciones. Las cinco puertas originales son: Assum Bari, orientada hacia la Meca; Argob Bari, hacia el este; Suqutat Bari, hacia el sureste; Badro Bari, hacia el sur y Asma’adin Bari, también conocida como de Shewa porque de ella partía el camino hacia esa región. Entre las puertas de Argob Bari y Suqutat Bari se encuentra el curioso santuario de Sheikh Ansar Ahmed, incrustado en el tronco de un sicomoro. No lejos de él se encuentra el lugar donde, al atardecer, el hombre hiena da de comer a esos animales carroñeros.

santuario-de-sheikh-ansar-ahmed

Santuario del Sheikh Ansar Ahmed, junto al lugar del hombre hiena.

Si hemos completado la visita de estos lugares, que no debería llevarnos más de un día, podemos disfrutar del resto de la vieja medina. Harar tiene 82 mezquitas entre sus muros, y no, no es una exageración; de hecho, los harari afirman que llegó a haber 99, una por cada nombre de Allah. A este altísimo número de mezquitas habría que añadir otro tanto de santuarios y tumbas de santos sufíes. Recomiendo al viajero que se pierda, sin rumbo fijo, por las callejuelas de Harar. En unas conocerá el silencio, mientras que en otras será molestado por grupos de niños que le seguirán hasta que se cansen. Fíjese en los detalles de los tejados para diferenciar las mezquitas, busque las casas tradicionales que se pueden visitar y maravíllese con sus ricos interiores. Y, por supuesto, no se vaya de la ciudad sin probar el café que le ha dado fama.

Diario de un viaje por Etiopía – Lalibela, la Jerusalén etíope (VII)

lalibela

El vuelo desde Aksum a Lalibela apenas dura media hora. Un ahorro más que notable en tiempo si calculamos que en autobús público podemos tardar entre día y medio y  dos días. El aeropuerto está lejos de la ciudad, a 11 unos km por una carretera en construcción que hace que el trayecto dure casi tres cuartos de hora. Sin embargo, el paisaje de las montañas de Werwer –la región en la que se enclava Lalibela- es tan absolutamente espectacular que el tiempo pasa volando y, casi sin darnos cuenta, pronto entramos en esta ciudad que, más bien, parece una aldea colgada de las montañas.

Y es que Lalibela tiene unos 20.000 habitantes desparramados por las verdes colinas que rodean al que, con seguridad, es el conjunto arquitectónico más importante y visitado del país. Las calles, que en realidad se reducen a unas pocas, serpentean siguiendo las curvas de nivel de las montañas, lo que aumenta la sensación de estar en un pueblo grande más que en una ciudad. Pero conviene no subestimar el tamaño de Lalibela: siempre vamos a caminar en cuesta y, aunque las distancias parezcan cortas, algunos puntos de interés están muy lejos unos de otros. Escogimos un hotel situado en uno de los extremos de la ciudad para disfrutar de las vistas de las montañas. Aunque se acaba pagando un poco más que en otro tipo de alojamiento, merece la pena desayunar observando los espectaculares quebrantahuesos que sobrevuelan el paisaje.

vista

Vista desde el hotel.

Lalibela, capital de la dinastía de los Zagwe

Los orígenes de la ciudad de Lalibela se pierden en las tinieblas de la historia. La tradición dice que la fundó el rey Gebre Meskel Lalibela en el siglo XII, pero la arqueología indica que el asentamiento humano es anterior. Su primer nombre, Roha, probablemente proceda del nombre siriaco de la ciudad de Edesa, ?????? Urh?y, conquistada en el siglo XII por los musulmanes. Lalibela, como miembro de la dinastía de los Zagwe, de etnia agaw, era considerado por los semitas etíopes un usurpador de la verdadera monarquía aksumita. Por ello quiso ganarse el corazón de sus súbditos respaldando la construcción de espectaculares iglesias. ¿Qué mejor manera de legitimarse en el poder que siendo el mayor valedor de la fe?

La leyenda cuenta que, tras la conquista de Jerusalén en 1187, un ángel le mostró en sueños al rey Lalibela el lugar donde había nacido, pidiéndole que construyese allí una réplica de la ciudad santa. Se dice que, mientras los obreros del rey trabajaban de día, un equipo de ángeles lo hacía de noche, terminándola en 23 años. La importancia de Lalibela como Nueva Jerusalén se refuerza por los muchos topónimos de la zona que fueron rebautizados: así, el arroyo que la atraviesa se llama Yordanos (Jordán), y también encontramos un Monte de los Olivos y un Gólgota, entre otros. Actualmente, es el centro de peregrinación más importante del país, por encima de Aksum, ya que se considera que los beneficios espirituales al visitarla son los mismos que se reciben al ir a Tierra Santa.

Las iglesias de Lalibela. Complejo Norte

La construcción de iglesias excavadas en la roca data de época aksumita, pudiendo encontrarse muchos ejemplos en prácticamente toda la región central del altiplano etíope. Sin embargo, en ningún otro lugar de Etiopía se concentran tantas y de una calidad artística tan remarcable.

Excavadas en escoria de basalto, son 11 iglesias de las cuales cuatro están completamente separadas de la roca madre por fosos, mientras las demás forman complejos hipogeos conectados por trincheras y galerías. Aunque no hay acuerdo sobre la cronología exacta, se cree que se construyeron entre los siglos XII y XIII, empleándose a miles de trabajadores para su construcción. Los diferentes estilos indican un dilatado trabajo en el tiempo, mucho mayor que los 23 años de la leyenda.

Los templos se concentran en tres grupos: el primero, situado al norte, de evidente origen religioso; el sureste, que por sus extrañas formas y fosos algunos sugieren que pudo ser en origen un recinto palaciego; y, por último, la solitaria iglesia de Bete Giyorgis.

medhane-alem

La primera concentración de iglesias monolíticas se organiza a partir de un eje monumental compuesto por las iglesias de Medhane Alem y Bete Maryam. Ésta, de planta rectangular y con tres gráciles pórticos de acceso, ocupa el centro del patio alrededor del cual se organizan el resto de templos. En los flancos del patio se hallan las iglesias de Bete Dengel (Casa de las Vírgenes) y Bete Meskel (Casa de la Cruz). A través de un pasadizo podemos acceder a la mayor de todas: se trata de la espectacular Medhane Alem (Salvador del Mundo) que, rodeada por 30 pilares, cuenta con 33 metros por 23 de ancho y 11 de alturas. Dentro, se organiza en cinco naves gracias a 16 pilares unidos entre sí mediante arcos de medio punto. La escasa luz que entra por las pequeñas ventanas de estilo aksumita permite crea un ambiente de recogimiento idóneo para la oración.

bete-maryam

Al sur del patio de Bete Maryam, podemos acceder al último templo que nos queda por conocer de este complejo: se trata de Bete Golgotah-Mikael-Selassie, donde yacen los restos del emperador Lalibela. En realidad, se tratan de tres estancias comunicadas entre sí. La primera, Debre Sina, está dividida por ocho pilares cruciformes. De ahí pasamos al espacio Lalibela-Mikael, en cuyo Sancta Sanctorum –inaccesible- se encuentra la tumba de Lalibela. Destacan los relieves de santos que ocupan los grandes nichos de la capilla. Esta parte está vetada a las mujeres, por desgracia. La última capilla es la cripta de Selassie, con sus tres altares monolíticos.

ventanas-de-bete-golgotah-mikael-selassie

Complejo Sureste y Bete Giyorgis

El complejo sureste es el que ofrece mayores dudas a los arqueólogos sobre cuál pudo ser su función original, ya que algunos autores sugieren que pudo ser el área palatina de los Zagwe. La idea se refuerza en la zona de entrada al complejo: la fachada de la iglesia doble de Gabriel y Rafael, precedida por un profundo foso y sus nichos de arcos apuntados, parece más la entrada monumental de un edificio civil que un templo. Cerca de estas dos iglesias se halla la de Bethlehem, posible horno de cocción del pan de comulgar (Bet lehem significa en hebreo casa del pan) o eremitorio real.

bete-gabriel-rafael

Entrada por la iglesia doble de Bete Gabriel Rafael.

La idea de una posible función palaciega se refuerza al entrar en Bete Merkorios, una gran sala hipóstila que pudo funcionar como sala de audiencia real. Ahí pudimos escuchar a un grupo de sacerdotes cantando en ge’ez, la lengua litúrgica del cristianismo etíope. Una experiencia inolvidable.

En el centro de un patio excavado en la roca, se erige Bete Emmanuel. Posible capilla palatina para uso exclusivo de la familia real, la influencia de la arquitectura aksumita es palpable en cada rincón del templo. Una vez en el interior, conviene fijarse en los detalles decorativos.

bete-emmanuel

Fachada de Bete Emmanuel.

La última iglesia de este complejo es Bete Libanos, accesible tras pasar por un curioso conjunto de escaleras y fosos, y construida en el interior de una cueva como si fuera el gran pilar que sostiene la bóveda. La decoración exterior es sencilla pero sublime: dividida por cinco pilares, hay tres ventanas de arcos apuntados, cuatro ventanas cruciformes y una pequeña puerta de acceso. Merece la pena contemplar el interior, con su nave central más elevada y su decoración.

bete-libanos

Acceso a Bete Libanos.

Bete Giyorgis es, sin duda, la joya de Lalibela. Se trata de la iglesia más tardía del conjunto y, quizá por ello, la más refinada de todas en cuanto a su calidad artística. Ubicada en el medio de un foso cuadrangular, tiene una inusual planta de cruz griega que le da un aire de torreón. Elevada sobre un falso podio de 3 escalones, sus doce lados cuentan cada uno con una ventana ojival con decoración vegetal. Su interior, aunque más modesto que otros, muestra una elegante sobriedad.

bete-giyorgis

Bete Giyorgis, la más célebre de las iglesias de Lalibela.

Para terminar nuestra visita a la ciudad, recomiendo parar a comer en el restaurante Ben Abeba. De estrambótica arquitectura, sus terrazas suspendidas ofrecen unas espectaculares vistas de los valles de Werwer. Además, los camareros que lo atienden son muy simpáticos y la comida, excelente.

vistas-desde-ben-abeba

Vista desde una de las terrazas-miradores de Ben Abeba.

Yemrehane Krestos

A unos 42 kilómetros de Lalibela podemos visitar la fantástica iglesia de Yemrehane Krestos, construida en el interior de una cueva. El trayecto desde Lalibela dura hora y media (la carretera está en construcción) hasta el pueblo del mismo nombre, desde donde hay que dejar el coche para proceder a la ascensión hacia el templo mediante una escalera recientemente construida. El paseo es muy grato ya que atravesamos un bosque de juníperos y, si se tiene la suerte de visitarlo en temporada de lluvias, a la entrada de la cueva veremos caer una cascada.

cascada-y-cueva-de-yemrehane

Aunque la tradición dice que la construyó a mediados del siglo XII el rey homónimo, lo más probable es que se edificase a mediados del XIII. Su exterior alterna franjas de enlucido blanco con otras de vigas de madera. Su apariencia exterior es, a juicio de los especialistas, el más claro ejemplo de pervivencia de la arquitectura tradicional aksumita en época tardía. Cuenta con 26 ventanas, cada una de ellas diferente. Su planta es basilical, con cuatro pilares que organizan el espacio en tres naves. En la central encontramos un espectacular artesonado de madera. Las cubiertas del interior son planas, no abovedadas, siendo las nueve diferentes. El santuario de la iglesia, orientado hacia el este, está cubierto por una cúpula. La decoración interior del templo es magnífica, con numerosos motivos entrelazados, destacando los motivos cruciformes de los intradós de los arcos.

Detrás del templo, en lo más hondo de la cueva, encontraremos los macabros restos de los miles de cadáveres de peregrinos que escogieron este lugar como el de su eterno descanso. Cerca de ellos veremos la tumba del propio rey Yemrehane.

yemrehane-krestos

Fachada de Yemrehane Krestos.

En la comarca circundante de Lalibela hay muchas iglesias excavadas en la roca o construidas en el interior de cuevas. Quienes deseen conocerlas conviene que contraten algún servicio de coche y guía en la propia Lalibela. La más cercana es la de Na’akueto La’ab, ubicada cerca de la carretera del aeropuerto, y es famosa porque en ella yacen los restos del santo rey homónimo, sobrino y sucesor de Lalibela. Similar en estilo constructivo a las iglesias rupestres de Lalibela es la iglesia de Gennata Maryam, construida, según la tradición, por Yekuno Amlak, fundador de la dinastía Salomónida en 1270.

Para concluir, creo sinceramente que ningún relato o fotografía hace justicia a la grandiosa belleza de Lalibela; es más, es necesario experimentarla, estar allí y ver cómo naturaleza y obra del hombre forman un conjunto tan espectacular. No en vano, quiero hacer mías las palabras del portugués Francisco Álvares, uno de los primeros europeos que contempló estas maravillosas iglesias en la lejana década de 1520:

Enfádome de escribir más sobre estas obras [las iglesias], porque me parece que no me creerán si escribo más y porque, a lo que he escrito, me podrán tachar de no ser verdad, por tanto juro por Dios en cuyo poder estoy que todo lo escrito es verdad y mucho más de lo que vi y dejé para que no me tachasen de mentiroso. Francisco Álvares. Verdadeira informação das terras do Preste João das Índias. Lisboa, 1943.

Diario de un viaje por Etiopía – Aksum, la ciudad santa de Etiopía (VI)

27-estelas-de-aksum

Campo de estelas de Aksum: las estelas 2 y 3.

El viaje de Gondar a Aksum lo hicimos en avión para intentar ahorrarnos el largo trayecto en minibús, que dura unas seis horas –con suerte y buen tráfico- y exige cambiar en Shire a otro minibús. Pero tuvimos mala suerte con el tiempo, ya que una tormenta fortísima provocó la cancelación de nuestro vuelo, teniendo que esperar un día más en Gondar. El avión hace escala en Lalibela, por lo que en total dura un poco más de una hora y media.

Una vez en Aksum, entramos a la ciudad por su barrio más moderno. La carretera del aeropuerto se transforma en una bonita avenida de palmeras y acacias jalonada por multitud de edificios en construcción, bastantes de ellos acristalados, probablemente destinados a ser hoteles. Nuestro hotel es uno de los muchos que han aparecido en los últimos años y, aunque es relativamente nuevo, ya parece algo ajado. Por lo que pudimos ver, es lo común en todos los establecimientos turísticos de Aksum.

La ciudad actual no refleja apenas nada de su antigua gloria, cuando entre los siglos III y VII de nuestra era dominaba las rutas comerciales que unían el Índico con el Mediterráneo por el Mar Rojo. Y es que Aksum es, salvando las distancias, la Roma etíope por la gran cantidad de ruinas que alberga, y también por su significación religiosa para los etíopes.

Los primeros restos arqueológicos que podemos ver los encontramos en el parque de Ezana, un jardincillo triangular casi completamente ocupado por un bar. En él hay numerosos restos de capiteles, basas de columnas e incluso una de las inscripciones trilingües de Ezana.

28-estelas-1-2-y-3

Estelas 1 (rota en el suelo), 2 y 3.

El parque de las estelas y Santa María de Sión

Desde la plaza central, presidida por un enorme sicomoro, caminamos hacia el parque de las estelas por una avenida adoquinada. A nuestra derecha, en una pradera, yacen los restos de varios tronos ceremoniales, tallados en granito y otras piedras resistentes para conmemorar las hazañas de los reyes aksumitas. Al fondo, dominando una gran plaza, se alzan las estelas que dan fama a la ciudad. Pero, ¿quién y por qué se construyeron?

Por lo que sabemos, las estelas más altas y elaboradas marcaban los lugares de enterramiento de la realeza. Sin embargo, no se han encontrado inscripciones que nos indiquen a qué reyes pertenecían exactamente. De las varias decenas de estelas, las más importantes son tres, datadas hacia el siglo III y talladas en granito. La estela número 1, de 33 metros de alto y 517 toneladas de peso, yace rota en el suelo, rompiéndose probablemente cuando estaba siendo erigida. Tallada en sus cuatro lados representando un palacio de varias plantas, es más alta que cualquier obelisco egipcio. A su lado se han encontrado los restos de un gran edificio funerario subterráneo, bautizado como el Mausoleo.

29-tumba-del-mausoleo

Pasillo central del Mausoleo.

La estela 2, llamada de Ezana, con 24 metros de altura, fue llevada por los italianos en 1937 como trofeo a Roma, siendo devuelta a Etiopía en 2008. Por último, la número 3, la única que se ha mantenido siempre en pie, mide 21 metros y no está tallada en su cara posterior, siendo probablemente la más antigua de todas ellas. Cerca de las estelas podemos visitar otros sitios de interés, como el museo arqueológico o las tumbas de la Puerta Falsa y de los Arcos de Ladrillo.

Frente a las estelas, en la misma plaza, se encuentra la iglesia de Santa María de Sión, distinguible por su gran cúpula de estilo neobizantino. Construida por Haile Selassie en la década de los 60, es el mayor templo cristiano de Etiopía. No en vano, sustituye como catedral a la más modesta iglesia original, ubicada en el recinto llamado “el monasterio”, vetado a las mujeres. Tanto la iglesia nueva como la vieja, junto con la capilla de las Tablas, forman el recinto más sagrado de la iglesia etíope.

Y es que la iglesia antigua de Santa María de Sión ocupa el lugar de un templo mucho mayor construido por el rey Ezana en el siglo IV, probablemente la primera iglesia cristiana del país. Desde su fundación funcionó como sede del abuna, el único obispo consagrado por Alejandría y máxima autoridad de la ortodoxia tewahedo, que hoy reside en Addis. El templo actual es mucho más modesto en dimensiones que el original, ya que fue destruido dos veces, por la reina Gudit en el 980 y durante la yihad de Ahmad Graññ (1529-1543), y reconstruido por el emperador Fasiladas en el siglo XVII.

32-capillas-del-arca-de-la-alianza

La capilla nueva y la vieja de las Tablas, donde se guarda el Arca de la Alianza.

El Arca de la Alianza

Detrás de la iglesia antigua, observamos dos pequeñas capillas cupuladas. La primera, de color verde, tiene un aspecto avejentado y se dice que en su interior se guarda nada menos que el Arca de la Alianza; a su lado, otra capilla nueva de cúpula dorada espera su turno como nuevo refugio de tan importante reliquia.

¿Cómo llegó el Arca desde Jerusalén a Aksum? La leyenda nos dice que fue Menelik, primer emperador de Etiopía y fruto del breve romance entre Salomón y la reina de Saba, quien se la robó a su padre cuando le visitó una vez cumplida su mayoría de edad. Los israelitas no pudieron alcanzar a los ladrones, ya que el Arca deseaba abandonar Jerusalén e instalarse en Aksum, lo que les permitió viajar a gran velocidad. Desde entonces, según la tradición, el Arca permanece custodiada en su capilla, sin que nadie más que el guardián pueda entrar en ella. Obviamente, esto es más un mito que una realidad, ya que en el siglo X a.C., que es cuando esta historia supuestamente tuvo lugar, ni siquiera había asentamientos sabeos en la región.

Los restos arqueológicos del norte y Abba Pantalewon

Volviendo al campo de estelas, conviene perderse por el bonito parque que, a orillas del torrente Mai Hejja, nos lleva hacia las afueras de la ciudad por su parte norte. El jardín está lleno de estelas ya no tan espectaculares como las reales, pero que crean un conjunto pintoresco. Una de ellas dicen que muestra al Arca de la Alianza –aunque en realidad parece más bien un edículo de aspecto grecorromano- y la usan como evidencia de que el Arca está realmente en la ciudad.

33-mai-shum

Mai Shum, también conocido como los Baños de la reina de Saba.

Cerca de allí hay un gran estanque artificial, el Mai Shum, al que se le conoce con el poético nombre de los Baños de la reina de Saba. Excavado en época aksumita, fue ampliado en los siglos siguientes y, según cierta teoría, es el estanque que da nombre a la ciudad (Ak-Shum significaría “jefe del agua”). Merece la pena subir la cuesta que nos lleva al decadente hotel Yeha, que tiene unas vistas espectaculares sobre el campo de estelas (y podremos ver los numerosos monos que habitan la zona).

34-vista-de-aksum-desde-el-hotel-yeha

Vista de Aksum desde el hotel Yeha.

A escasos 300 metros del Mai Shum, encontramos una humilde caseta donde se esconde una de las inscripciones trilingües del rey Ezana. Tallada a comienzos del siglo IV, conmemora la victoria de Aksum sobre los beja en tres lenguas: griego, sabeo y ge’ez. Data del período pagano de Ezana, anterior a su conversión al cristianismo hacia el 340, ya que está dedicada al dios de la guerra, Mahrem.

35-tumba-de-gebre-meskel

Entrada a la tumba de Gebre Meskel.

Aún más a las afueras de la ciudad, todavía encontramos más restos arqueológicos, mostrando que el tamaño de la Aksum antigua era mucho mayor que el de la actual. A dos kilómetros del campo de estelas, se hallan las tumbas de los reyes Kaleb y Gebre Meskel, quienes gobernaron en el siglo VI. Se trata de dos buenos ejemplos de arquitectura aksumita, destacando el trabajo de la piedra en ambas. Originalmente, fueron concebidas como criptas funerarias de los edificios gemelos que se alzaban sobre ellas, tradicionalmente considerados bien iglesias, bien palacios.

37-camino-a-abba-pantalewon

El bucólico camino que lleva a Abba Pantawelon.

Si seguimos por el camino más allá de las tumbas, llegaremos a la iglesia de Abba Pantalewon, ubicada en la cima de una montaña cónica. El paseo merece la pena por lo bonito del paisaje, especialmente durante la temporada de lluvias. Este monasterio es uno de los más antiguos del país, fundándose en el siglo VI por el santo que le da nombre. Se puede visitar el tesoro y la iglesia inferior, pero la superior, accesible tras subir 44 escalones, no permite la entrada de mujeres. Junto a ella pueden verse algunos restos de un santuario pagano y, por supuesto, disfrutar de unas vistas espléndidas sobre Aksum y su comarca.

36-restos-del-palacio-de-dungur

Restos del palacio de Dungur.

El palacio de Dungur y el campo de estelas de Gudit

A escasos dos kilómetros al oeste del centro, yacen los restos de un gran palacio, el de Dungur, al que tradicionalmente se le denomina de la reina de Saba. Sin embargo, es muy posterior, habiendo sido construido entre los siglos IV y VI de nuestra era. Perteneció a algún miembro de la élite social y reproduce el esquema clásico del palacio aksumita: en el centro de un gran patio, elevado sobre un podio, se eleva el pabellón que albergaba la sala de audiencias y las habitaciones principales; alrededor del patio se distribuían las habitaciones de los criados, las cocinas, y otras dependencias auxiliares. La sofisticación del edificio incluye desagües y los restos de un posible sistema de hipocausto.

Justo enfrente se encuentra el campo de estela de Gudit, quizá el cementerio más antiguo de la ciudad, datado entre los siglos II y IV de nuestra era. Aunque en origen pudo albergar más de 600 estelas, ahora sólo unas pocas permanecen en pie. Su nombre deriva de la reina Gudit, un oscuro personaje que destruyó Aksum en el siglo X.

Hay muchos más lugares de interés arqueológico en Aksum y su área circundante. A hora y media en coche se puede visitar el templo de Yeha, el más antiguo del país (Ss. VII-V a.C.), y que supone una de las excursiones más populares entre los turistas. Pese a todo, no disponemos de mucho tiempo y debemos partir hacia la siguiente etapa de nuestro viaje: Lalibela.

¿Qué está pasando en Etiopía? (II). Una crisis que se vuelve crónica

Última actualización: el gobierno etíope declaró el 8 de octubre el estado de emergencia, que estará en vigor seis meses.

Ya hablé hace un par de meses de cómo la situación política en Etiopía está entrando en una peligrosa espiral de violencia.  Lamentablemente, desde que escribí esa entrada hasta el día de hoy, la situación, en vez de mejorar, ha empeorado notablemente. Aunque la mayoría de las protestas están ocurriendo en el estado federal de Oromia, también se han extendido a otros vecinos, principalmente en el de Amhara. Por eso, en lugar de protestas oromo prefiero hablar de protestas civiles, ya que han dejado de ser exclusivas de un grupo étnico.

La raíz del poder tigriña, o cómo el 6% manda al 94% restante

Durante la guerra civil que llevó a la caída del Derg en 1991, la milicia del TPLF (Frente de Liberación del Pueblo Tigriña) fue la que llevó la voz cantante en las operaciones militares, especialmente tras la batalla de Indesellasie (Shire), en 1989.  El TPFL está integrado en el EPRDF, un partido compuesto por otras organizaciones de base étnica amhara y oromo, y que desde 1991 es quien lleva las riendas del país. En cualquier caso, en él son los tigriñas quienes mandan.

Aunque en 1995 se aprobó una constitución modélica que convertía a Etiopía en un estado federal dividido en estados regionales de base étnica, pronto el gobierno del primer ministro Meles Zenawi, el nuevo hombre fuerte del país, comenzó a restringir la democracia. La oposición fue cada vez perdiendo más escaños en el parlamento de la nación, hasta el punto de que en 2015 el EPRDF ganó 500 de los 547 diputados de la cámara. Las acusaciones de fraude y las protestas no lograron cambiar ni un ápice del descarado resultado.

La hora de Oromia

Tras la muerte del carismático Meles Zenawi, en 2012, le sucede Hailemaryam Desalegn, de la etnia wolayta. Aunque tanto el presidente -un oromo- como el primer ministro no son tigriñas, lo cierto es que la mayor parte de los altos cargos de la administración pertenecen a esta etnia, lo que provoca no pocas tiranteces entre los otros grupos del país, especialmente en los oromos, que son el 35% de una población de 100.000.000 de habitantes. Los oromo aseveran estar infrarrepresentados tanto a nivel gubernamental como a nivel del reparto del presupuesto nacional.

Si a esto le añadimos que el crecimiento económico etíope está siendo espectacular, con cifras anuales por encima del 10% anual, cabe preguntarse hasta qué punto existe un reparto económico justo. Y la respuesta es que no lo hay. Las propias medidas de control de la economía que se ejercen desde el gobierno dificultan la más que necesaria liberalización económica, a la que hay que sumar la existencia de una red clientelar de personas afines al gobierno que son quienes controlan los grandes sectores económicos. Por poner un ejemplo, la tasa impositiva por la compra de un vehículo nuevo en Etiopía alcanza tales precios que lo vuelven prohibitivo para la inmensa mayoría de la población. De ahí que el parque automovilístico del país sea increíblemente viejo.

La bonanza económica ha facilitado la aparición de una nueva clase media urbana y rural. Las universidades creadas en los últimos años albergan a 700.000 estudiantes y han egresado a 500.000 titulados. Existen 46.000.000 de teléfonos móviles y 13.000.000 de etíopes tienen conexión a internet. Nos encontramos, pues, ante un grupo social que comprende los problemas sociales y exige cambios.

Como podemos ver, el caldo de cultivo ideal para las protestas está servido: dictadura, discriminación, corrupción política, gestión económica ineficiente y así un largo etcétera.

Feyisa Lilesa y el símbolo de una lucha

Habrá que esperar a los Juegos Olímpicos de Río para que la crisis etíope comience a interesar a la mayoría de los medios de comunicación internacionales.  En la maratón olímpica , el atleta oromo Feyisa Lilesa, segundo en la prueba, cruza la línea de meta con los brazos cruzados por encima de su cabeza. El gesto, utilizado durante las protestas oromo, supuso un buen altavoz para unas protestas hasta entonces ignoradas por la prensa. El atleta rehusó volver a Etiopía por miedo a posibles represalias.

El 3 de septiembre, un incendio en la cárcel de alta seguridad de Qilinto, en Addis Abeba, mató a 23 personas, siempre según fuentes del gobierno. El lugar es famoso como centro de detención de presos políticos.

Muchos de los manifestantes señalan a la etnia tigriña, la dominante en el gobierno de la nación, como la responsable de las matanzas. Lamentablemente, esto ha provocado que muchos tigriñas hayan sido atacados en septiembre en el estado regional de Amhara, haciendo que muchos tuvieran que huir de Gondar a Sudán.

Avalancha mortal en Bishoftu

El 2 de octubre, la ciudad de Bishoftu (Debre Zeyit), a 40 kilómetros al sur de Addis Abeba, acogió la celebración del festival religioso del Irreecha, en el que los oromo agradecen a su deidad suprema, Waaqa, los bienes obtenidos. Lo que estaba siendo una jornada festiva se transformó pronto en una protesta política, ya que algunos participantes empezaron a ondear banderas del OLF (Oromo Liberation Front, un partido nacionalista considerado terrorista por Addis Abeba) y a gritar consignas contra el gobierno. A fin de dispersar la multitud, la policía comenzó a lanzar pelotas de goma y realizar disparos al aire, provocando que la gente se asustase formando una estampida que provocó 55 muertos.

Desde ese día, las protestas no han cesado, a pesar de que Addis Abeba declarase tres días de luto oficialAlgunos de los medios partidarios del gobierno han realizado acusaciones tan delirantes como que las protestas están respaldadas por Egipto, país con el que Etiopía mantiene tensas relaciones diplomáticas por el asunto de las aguas del Nilo, y Eritrea, cuya hostilidad hacia Etiopía es más que patente.

El 5 de octubre se supo que el gobierno había ordenado la detención del periodista Seyoum Teshome, conocido crítico del modo de actuación de la policía durante las protestas. Etiopía se ha convertido en uno de los países más opresivos con el periodismo. En esa misma fecha, saltó a la luz la muerte de una investigadora estadounidense, apedreada en su vehículo cuando transitaba por las afueras de la capital. Un hecho inusual que se ha querido vincular con la inseguridad creciente que vive el país.

¿Y ahora, qué va a pasar?

Mientras tanto, el gobierno etíope sigue a lo suyo. En lugar de abrirse a la posibilidad de comenzar una vía aperturista e implementar reformas que lleven hacia un sistema plenamente democrático, realiza cambios en los altos cargos más destinados a maquillar el supuesto nuevo reparto étnico del poder que a suponer una verdadera apertura política. El más reciente, el nombramiento de nuevos miembros de la cúpula militar, en el que los generales tigriñas pasarán de ser mayoría  a cuatro de un total de doce.

Aunque las movilizaciones populares están poniendo al gobierno etíope muy nervioso, éste aún tiene la sartén por el mango. La mayor parte de las fuerzas de seguridad le son fieles, principalmente porque ven bien los logros económicos obtenidos hasta la fecha. El mayor problema consiste, a mi juicio, en que la situación se vuelva crónica y, cada dos por tres, hablemos de centenares de muertos en protestas. Eso por no hablar de un riesgo de guerra civil interétnica, algo que ya algunos miembros de la oposición han sugerido. El gobierno ha de dar su brazo a torcer y comenzar un proceso de diálogo político que permita los cambios sociales y económicos que la mayoría de los etíopes ansían. Tal y como gritan los que salen a la calle a protestar, matar no es la respuesta a nuestras quejas.

 

Diario de un viaje por Etiopía – Gondar (2ª parte), Montañas Simien y Gorgora (V)

Baños de Fasiladas, Gondar.

Continuamos nuestro recorrido por Etiopía en el tercer episodio de nuestro diario de viaje. El original se publicó el 25 de septiembre en el diario digital leonés ileon.com. Todas las fotos y vídeos han sido tomados para este blog.

Los baños de Fasiladas y el palacio de Kuskuam

Hacia el oeste del centro urbano de Gondar encontramos los Baños de Fasiladas, una construcción curiosa a los ojos del europeo. Se trata de un pabellón almenado elevado por varios arcos en medio de un estanque. Accesible a través de un puente de dos arcos, parece un pequeño castillo con sus ventanas de ladrillo rojo y sus balcones.

Aunque hoy se utiliza casi exclusivamente para las ceremonias religiosas del Timkat, en origen su uso era mucho más lúdico y profano. Cerca de Gondar, en Azazo, el emperador Susenyos hizo construir un pabellón en un estanque muy similar al de Gondar, aunque anterior. Hoy sólo quedan sus cimientos, pero las crónicas dicen que lo construyeron los jesuitas –de nuevo la alargada sombra de Páez y sus camaradas- para que el emperador pudiera deleitarse desde el balcón observando cómo sus súbditos navegaban por el estanque a bordo de pequeñas tankwas. El lugar, apartado del ajetreo urbano, tiene un ambiente especial que lo convierte en uno de los monumentos más bonitos de la ciudad.

22-fachada-de-la-sala-de-audiencias-de-kuskuam

Las elegantes ruinas de la sala de recepción de la reina Mentewab, en Kuskuam.

El palacio de Kuskuam se ubica en una colina a poniente, ya a las afueras de Gondar. El paseo hasta allí bien vale la pena, ya que atravesamos un área de transición entre la ciudad y el campo. Por su belleza, se entiende que fuese el lugar favorito de la reina Mentewab, quien ordenó construir un palacio para retirarse del mundanal ruido. La iglesia original, que debió albergar impresionantes pinturas del Segundo Estilo Gondarino, fue destruida por los mahdistas sudaneses en 1888 y reconstruida por Haile Selassie ya en el siglo XX. El resto del complejo, compuesto por el palacio de retiro de la reina, nunca fue reconstruido, formando una especie de pequeño Fasil Ghebbi. Aún hoy puede verse la fachada de la sala de recepciones, los restos del área de baños y el oratorio que usaba la reina cuando, por la restricción eclesiástica etíope, no podía entrar en la iglesia durante la menstruación. En el pequeño museo del complejo se conservan, en un minúsculo ataúd acristalado, los esqueletos de Mentewab, su hijo Iyasu II y su nieto Iyoas.

piazza

Piazza, el centro urbano de Gondar, presidida por la estatua del emperador Tewodros.

Por último, no quiero dejar de hablar del agradable barrio de Piazza, el centro urbano, construido durante la ocupación italiana. Lleno de edificios racionalistas, tan al gusto del Fascismo, algunos son ciertamente valiosos, como la oficina de correos, que preside la plaza principal. Justo enfrente se encuentra el Ethiopia Hotel, con un bar de indudable sabor italiano.

El pueblo judío

A unos pocos kilómetros al norte de Gondar se encuentra el pueblo de Wolleka, uno de los muchos antiguamente habitados por los falashas, los poco apreciados judíos etíopes. Estos hebreos, que se autodenominan Beta Israel (Casa de Israel), huyeron de siglos de marginación en los 80 tras cruzar en durísimas condiciones –muchos murieron- la frontera sudanesa y embarcarse en aviones rumbo a Israel, donde hoy viven en su mayoría. Sus vecinos cristianos consideraban que eran buda, portadores del mal de ojo, evitando entrar en contacto con ellos y permitiéndoles trabajar sólo en ciertos trabajos artesanos (herreros, tejedores, etc.).

23-sinagoga-beta-israel

Exterior de la sinagoga de Wolleka, a las afueras de Gondar.

Hoy en los poblados apenas quedan vestigios de su presencia. Tan sólo en éste de Wolleka existe un mercadillo de productos presuntamente judíos, ubicado estratégicamente en la carretera, y un modesto edificio de barro que sirvió de sinagoga. Lo único que lo distingue es la tosca estrella de David que lo corona, ya que en su interior sólo el banco corrido de la pared parece indicar un cierto uso ritual.

Las montañas Simien

El espectacular paisaje de las montañas Simien es tan escarpado que tradicionalmente ha sido refugio de fugitivos. En la edad media se formó en ellas el reino de los Gedeones, una formación política judía que fue conquistada en el siglo XVII.

Un consejo: si puedes, visítalas cuando no sea la estación de lluvias, ya que nosotros lo hicimos en esa época y la niebla nos aguó la experiencia. Al ser tan cerrada que apenas se puede ver nada a diez metros, impide divisar las afiladas formas de los picos, de los cuales varios están por encima de los 4.000 metros, los espectaculares valles, gargantas y la catarata de Jinbar, que se desploma a más de 500 m. De los tres días que, en origen, habíamos reservado para acampar en ellas y hacer rutas de senderismo, al final se quedaron en uno solo debido al mal tiempo.

25-babuinos-geladas

Una colonia de babuínos Gelada. Y la sempiterna niebla…

Pero, si sólo se puede visitar las Simien en la estación lluviosa, no pasa nada. Con un día puede ser suficiente para, desde Gondar, contratar un viaje guiado. Tras la hora y media que se tarda en llegar a Debark, principal ciudad de la zona, en la oficina del parque nacional podemos comprar la entrada y contratar la seguridad que, según los funcionarios, es importantísima (aunque opcional). Desde la ciudad comienza la pista de grava que lleva a las montañas.

Debido a la forma alargada del parque nacional, la carretera principal nunca queda demasiado alejada de los senderos que tomaremos para explorar el área. De vez en cuando, es fácil encontrarse con babuinos gelada, una especie que sólo vive en las Simien. Aunque nos podemos acercar mucho a ellos, es mejor no intentar tocarles –pueden morder- y, por supuesto, no darles nada de comer. Otras especies del parque son más esquivas, como los preciosos lobos etíopes –más parecidos a un zorro-, o las cabras montesas walia.

En la estación seca se puede disfrutar mejor de estas montañas. Muchas empresas organizan rutas de senderismo de varios días que pueden acabar con el ascenso al Ras Dashen, el pico más alto del país (4.550 m.), e incluso, si hay tiempo y ganas, llegar a Lalibela.

Restos de la iglesia jesuítica de Gorgora Nova. Foto: Víctor M. Fernández.

La península de Gorgora

Gorgora, la bonita península al norte del Lago Tana, es un nuevo destino turístico al alza en el norte etíope. Gracias a la construcción de una nueva carretera que la unirá con Gondar, es de esperar que el tiempo de viaje baje de la hora y media que ahora suponen los 66 km. Además, se están construyendo nuevos hoteles que permitirán aumentar y mejorar notablemente la escasa oferta existente. Se puede llegar al lugar en minibús desde Gondar, o contratando un vehículo privado, la opción más cara.

Pero, ¿y qué hay que visitar allí? Nada menos que los restos de Gorgora Nova (Maryam Ghimb), un complejo palacial y misional construido por los jesuitas de Pedro Páez para el emperador Susenyos. Accesible tras una larga caminata de unas cuatro horas o en bote desde Gorgora –la opción más rápida, una hora larga de trayecto-, se ubica soberbio en una península que se adentra en el lago Tana. Los restos de la iglesia (1618-1621), de un estilo jesuítico claro, aún muestran detalles arquitectónicos de origen peninsular. A su lado, menos espectaculares, yacen las ruinas del complejo palaciego y residencia jesuita. El propio Páez describe el palacio así:

“Pero el emperador Seltán Zegued [nombre de coronación de Susenyos] hace, en una península de la laguna de Dambiá [el lago Tana], a la que ellos llaman mar, unos palacios hermosos de piedra blanca bien labrada, con sus aposentos y salas; la de arriba tiene cincuenta palmos de largo, veintiocho de ancho y veinte de alto, que por ser allí muy fuerte el viento en invierno y la casa de abajo también ser alta, no la levantaron más. Sobre la puerta principal tiene una balconada grande y hermosa, y en los flancos, dos más pequeñas con muy buena vista. La madera casi toda es de cedro, muy hermosa; y las salas y un aposento de arriba, donde duerme el emperador, con muchas pinturas de varios colores. Es de terrado encalado, y el parapeto alrededor con columnas muy hermosas, y sobre sus capiteles, bolas grandes de la misma piedra, pero en las columnas de las cuatro esquinas, bolas de cobre dorado con hermosos remates. Sobre la escalera, por la que se sube al terrado, se levanta otra casa pequeña con tres ventanas grandes, que le sirve de mirador, porque además de estar la casa situada en lo más alto de la península, que es grande, tiene sesenta palmos de alto; y así toda la ciudad, que también hizo nueva, le queda debajo […]”. Páez, P., Historia de Etiopía. Libro I, pág. 256. Edición en español publicada en 2014 por Ediciones del Viento (A Coruña).

Hay otros restos de la presencia jesuita en Gorgora, aunque menos impresionantes. Cerca, en la cima más alta de la península, se encuentra el Faro de Mussolini, construido por los italianos en 1938 para conmemorar su victoria. El objetivo era que proyectase una luz visible desde Bahir Dar, al otro lado del lago, pero tras la liberación del país permanece en desuso, aunque desde él se tienen unas vistas espléndidas del Tana. El lugar aparece en películas del cine etíope como Teza.

Diario de un viaje por Etiopía – Gondar, la ciudad de las 44 iglesias: Fasil Ghebbi (IV)

15-castillo-de-fasiladas

Castillo de Fasiladas.

Llegar a Gondar en minibús desde Bahir Dar es una pequeña aventura para la que hay que armarse de paciencia. Nada más entrar a la estación de autobuses, multitud de conductores de minibús intentarán llamar nuestra atención para que les escojamos. La clave está en elegir un vehículo que no sea demasiado antiguo y, sobre todo, que esté casi lleno, ya que los minibuses salen de la estación a medida que se van llenando, lo cual puede llevar un tiempo indeterminado. En cualquier caso, el flujo de los que van y vienen entre ambas ciudades es constante a lo largo del día, ya que muchos conductores, cuando llegan a Gondar, cargan más pasajeros para volver a Bahir Dar, y viceversa.

La carretera es muy moderna, de construcción china, aunque sin arcenes. El recorrido puede hacerse en unas tres horas, pero nosotros tardamos casi cuatro horas por la intensa lluvia.

Ante la insistencia del conductor, colocamos nuestras mochilas en la baca del vehículo. Craso error, porque la supuesta tela impermeable que los cubría resulto no serlo, por lo que nuestro equipaje llegó a Gondar calado. A pesar de todo, el viaje mereció realmente la pena, ya que el trayecto entre ambas ciudades es de una belleza abrumadora. Las montañas de las Tierras Altas se presentan ante nosotros en todo su esplendor, anunciándonos que estamos cada vez más cerca de las montañas Simien, donde se encuentran las cumbres más altas del país.

Fasil Ghebbi

Gondar es una de las ciudades más bonitas de Etiopía. Ubicada sobre varias colinas suaves, si tenemos la oportunidad de contemplarla desde el mirador del hotel Goha lo primero que destaca es que los edificios parecen estar rodeados de vegetación. Antigua capital imperial, floreció entre los siglos XVII y finales del XVIII, entrando después en una larga decadencia. Gondar es conocida en el resto del país como la ciudad de las 44 iglesias y, aunque es cierto que hay muchas, parece más una exageración que un hecho factible.

La principal atracción turística de Gondar es el espectacular recinto palaciego del Fasil Ghebbi. A la mayoría de los turistas occidentales les sorprende la existencia de castillos similares a los europeos en este rincón del África Subsahariana, lo que lleva a muchos a preguntarse quién los construyó.

16-vista-del-fasil-ghebbi

Vista del conjunto del Fasil Ghebbi desde lo alto de la escalinata del castillo de Fasiladas.

La respuesta está en parte relacionada con Pedro Páez y los jesuitas, que trajeron al país técnicas constructivas europeas y numerosos artesanos indios. Al mezclar estos ingredientes con las artes tradicionales etíopes, desde el siglo XVII se comenzó a gestar el llamado arte gondarino. Tras la muerte de Páez en 1622, sus sucesores al frente de los jesuitas en Etiopía cometieron una serie de errores que acabaron provocando una cruenta guerra civil entre católicos y ortodoxos. Salieron victoriosos estos últimos, liderados por el hijo de Susenyos, Fasiladas, quien arrancó de raíz el catolicismo del país, expulsó  a los jesuitas y cerró el país a las influencias occidentales.

Fasiladas quiso emular en su tierra las grandes ciudades de las que oyó hablar a los jesuitas, por lo que eligió Gondar como asiento de su nueva capital. Hasta entonces, los emperadores etíopes viajaban errantes con su corte, que en ocasiones comprendía hasta 10.000 personas, instalándose en espectaculares campamentos provisionales que se movían a medida que agotaban la madera y los recursos del lugar. La decisión de Fasiladas fue tan importante que el deslumbrante periodo en que esta ciudad rigió los designios etíopes (1632-1769) recibe el nombre de Gondarino.

Romper una tradición centenaria bien merecía la construcción de nuevos e impresionantes edificios públicos que debían mostrar el poder imperial: el propio Fasiladas ordenó erigir una espectacular fortaleza en la que sobresale una suerte de torre del homenaje acompañada de tres torreones coronados por cúpulas. El propio aspecto del edificio sugiere una evidente influencia europea, especialmente por los arcos de ladrillos o las chimeneas del interior, pero también encontramos largas vigas de madera –tradición etíope- e incluso restos decorativos propios de la India musulmana. Aunque sus amplias salas están hoy vacías por siglos de pillaje, aún es fácil imaginar sus días de gloria y decadencia, como los que el genial Jean Christophe Rufin recrea en su obra El Abisinio. Por desgracia, no se puede subir a los pisos superiores para disfrutar de las espectaculares vistas de la ciudad.

17-palacio-de-mentewab

Palacio de Mentewab, Fasil Ghebbi.

Los emperadores sucesores de Fasiladas quisieron emularle añadiendo cada uno sus propios edificios, formando una mezcla heterogénea de iglesias, castillos, salas de banquete y edificios administrativos, destacando el palacio de la reina Mentewab. Todos se concentran en el gran óvalo del Fasil Ghebbi, conformando un conjunto monumental de gran belleza visual. A excepción de algunos edificios que han sido reconstruidos, la mayoría permanecen en ruinas. El recinto está delimitado por un muro en el que se abren doce puertas, si bien hoy sólo permanece abierta una. Llama la atención que entre las ruinas encontremos sofisticados baños turcos –en pésimo estado de conservación- o, incluso, jaulas de leones.

18-exterior-de-debre-berhan-selassie

Exterior de Debre Berhan Selassie.

Debre Berhan Selassie

Ubicada en una colina un tanto alejada del centro, encontramos la iglesia de Debre Berhan Selassie (Monte de la luz de la Trinidad), también Patrimonio de la Humanidad como el recinto palaciego. Llegar a ella supone un delicioso paseo de unos quince o veinte minutos a través de una colorida barriada gondarina.

Rodeada de un muro jalonado por trece torretas que representan a los Doce Apóstoles y a Cristo, se trata de una excepcional iglesia de planta rectangular, algo no muy común en esta zona del país, donde mandan las de planta circular. Construida a finales del siglo XVII por el emperador Iyasu I, quien originariamente construyó un templo circular –cuyos restos aún son visibles-, el cual fue sustituido por el edificio actual a comienzos del siglo XIX. Es la única iglesia que no fue destruida en 1888 por los derviches del Mahdi sudanés, quienes, según la tradición, fueron atacados por un enjambre de abejas.

19-trinidad-de-debre-berhan-selassie

Trinidad y Calvario, entre otras escenas bíblicas, del interior de la iglesia de Debre Berhan Selassie.

Sin embargo, lo más interesante está en su interior, ya que está completamente cubierto por pinturas. Las pinturas datan de comienzos del siglo XIX y se encuadran en el Segundo Estilo Gondarino. No están pintadas al fresco, sino sobre un lienzo pegado a la pared. La tendencia del conjunto es al horror vacui, con multitud de escenas bíblicas. Al fondo de la nave se abren dos arcos que dan acceso al makdas o sancta sanctorum, donde se guarda la copia del Arca de la Alianza (Tabot). Justo encima vemos la representación de la Trinidad como tres ancianos barbados exactamente iguales. Pero lo más célebre de la iglesia es su techumbre, jalonada por decenas de cabezas de querubines, una de las imágenes más reproducidas en las postales del país.

20-querubines

La célebre techumbre de los querubines.

La fiesta de Meskel (መስቀል)

meskel

Cuadro «Demera», de Afewerk Tekle (1974). Museo Nacional de Etiopía.

Tras el año nuevo etíope, la siguiente gran fiesta en el calendario es la de Meskel (መስቀል Mäsqäl), en la que se celebra el hallazgo de la Santa Cruz por Santa Elena, madre del emperador Constantino. Por las diferencias de calendario, cae el 17 del mes de Mäskäräm, que coincide con el 27 de septiembre del calendario gregoriano.

santa-elena-y-la-cruz

Santa Elena y la Cruz. Jan Van Eyck. Fuente: Wikimedia.

Los orígenes de esta festividad se remontan al siglo IV de nuestra era, cuando la emperatriz Elena viaja a Jerusalén para peregrinar a los santos lugares y, de paso, encontrar la cruz en la que fue crucificado Jesucristo. Desesperada por no poder encontrar tan preciada reliquia, se dice que, cuando quemaba grandes cantidades de incienso para pedir al Espíritu Santo que la ayudase, se formó una densa humareda con forma de arco que la guió al lugar donde estaba enterrada la Cruz. Inmediatamente, la reina ordenó excavar en aquel lugar, hallando pronto el objeto de su deseo. Como agradecimiento, y para anunciar a toda Tierra Santa que había logrado su objetivo, subió a un monte y encendió una hoguera.

La fiesta en sí, celebrada en todo el territorio cristiano del país, se compone de dos días. En el primero, dämära (el 16 de Mäskäräm / 26 de septiembre), se organiza la gran hoguera (dämära) en la que, a imitación de Santa Elena, se queman varias ramas atadas de forma cónica y en cuya punta se han colocado varias flores meskel. Previamente, y tras asistir a misa, la gente colabora añadiendo más leña mientras los sacerdotes la rodean dando bendiciones, quemando incienso y rezando. Al caer la noche, la dämära arde, siendo especialmente popular la que se prepara en la Meskel Square de Addis Abeba. Mientras arde, mucha gente enciende sus velas, creando un ambiente especialmente sobrecogedor.

Muchas personas pasan la noche junto al fuego, cantando, bailando o simplemente calentándose con él. Al día siguiente, ya en el día de Meskel, es normal que quien quiera se aproxime a los rescoldos de la hoguera para, con la ceniza, hacerse una marca en forma de cruz en la frente. El resto de la jornada se emplea en comidas familiares y visitando a amigos y conocidos.

8 - Meskel Square

La plaza principal de Addis Abeba, Meskel Square, recibe su nombre porque allí se organiza la gran dämära.

Presentación del libro «Los alemanes del Camerún» – Fundación Sur (Madrid), 29-09-2016

El próximo jueves, 29 de septiembre,  se presentará en la Fundación Sur el libro «Los alemanes del Camerún», escrito por Carlos A. Font Gavira.  El autor charlará sobre esta obra, pionera en la investigación sobre los colonos alemanes y nativos cameruneses que cruzaron la frontera de la Guinea Española buscando refugio tras el colapso de la colonia alemana en 1916. La presentación del autor correrá a cargo de Mario Lozano Alonso.

Quienes quiera saber más antes del evento, les recomendamos que escuchen la entrevista que hicimos a Carlos A. Font Gavira en la Biblioteca de Tombuctú en abril de 2016.

Ir a descargar

Información básica

Lugar: Fundación Sur. C/ Gaztambide, 31 (Madrid). Metro más cercano: Argüelles (L3, L4 y L6).

Día: 29 de septiembre

Hora: 19:00 h.

Entrada libre hasta completar aforo.

« Entradas anteriores

© 2024 Reino de Aksum

Tema por Anders NorenArriba ↑