Este artículo ha sido elaborado para la sección La Biblioteca de Tombuctú del programa de radio Tras las Huellas del Tiempo. Puede escuchar el podcast aquí:
Los siglos XVI y XVII supusieron la edad dorada de la Monarquía Hispánica, aquel vastísimo imperio en que, según la frase del propio Felipe II no se ponía el sol. Cientos de aventureros peninsulares recorrieron tierras y mares ayudando a consolidar tan gigantesco imperio, buscando su propia fortuna o para evangelizar a los pueblos que se encontraban en lo que ellos creían que era la verdadera fe: el catolicismo. Algunos de estos personajes son de sobra conocidos (Cortés, Pizarro, Balboa, etc.), mientras que otros, a pesar de haber logrado gestas igualmente importantes o incluso más, han caído injustamente en el olvido. Uno de estos personajes olvidados por la historia es Pedro Páez Xaramillo (1564-1622), un jesuita español cuyas aventuras empiezan a ser hoy conocidas.
Nacido cerca de Madrid, en un pueblecito llamado Olmeda de las Cebollas -hoy de las Fuentes-, Pedro Páez ingresó muy joven en los jesuitas. Tras realizar sus estudios teológicos en Coimbra, mostró gran interés por ayudar a la Compañía de Jesús en su tarea evangelizadora, por lo que fue enviado en 1585 como misionero a Goa, en la India.
Una vez allí, y tras ser consagrado sacerdote, se le encomendó partir junto con el afamado padre Antonio de Montserrat a Etiopía, donde las misiones jesuitas se encontraban en un estado deplorable. En 1589 partieron de la India a Etiopía, aunque el mercader que los transportaba los traicionó, entregándolos a los musulmanes cuando estaban en el puerto de Dhuffa o Dhofar. Pasaron siete años de cautiverio durante los cuales atravesaron desiertos tan duros como el de Hadramaut o Rub al-Jali, aunque también fue el primer europeo que probó una bebida de color negro que era muy popular en Yemen: el café.
Finalmente, fueron rescatados por su orden en 1595, retornando a Goa. Allí falleció Antonio de Montserrat de las consecuencias del cautiverio, mientras que Pedro Páez, aunque sobrevivió, todavía necesito varios años de recuperación.
En 1603 arriba por fin al puerto de Massawa, en la costa etíope (hoy Eritrea). Una vez que se reúne con el superior de los jesuitas, João Gabriel, se dirige a la misión de Fremona, en el Tigray. Así comienza la penosa tarea de reorganizar la misión, muy debilitada por años de dejadez y aislamiento, y compuesta sobre todo por los descendientes de los portugueses que habían ayudado al imperio cristiano etíope en su lucha contra los musulmanes unas décadas antes. La situación para los católicos era complicada, ya que se enfrentaban a la hostilidad de una población mayoritariamente ortodoxa. Pedro se interesa por las lenguas locales: no tarda en aprender la lengua principal del país, el amhárico, y también el ge’ez, el latín etíope, lo que le permite leer las crónicas históricas que caen en sus manos.
Pedro Páez es descrito como una persona prudente, inteligente y con una capacidad de persuasión más que notable. Cuando el emperador de Etiopía, Za Dengel, le convoca a su corte, queda tan fascinado por la figura de Páez que no tarda en convertirse al catolicismo. Prudente como siempre, el jesuita español le aconseja que no haga pública su conversión para no generar malestar entre su pueblo.
Za Dengel fallece en 1604 y, tras el breve interregno de Yaqob, fue sucedido por Susenyos, quien hereda a Páez como gran consejero. La amistad entre ambos hizo que el emperador le regalase una gran porción de terreno en la península de Gorgora, en el lago Tana, donde el jesuita construyó la nueva sede de la orden, que contaba con habitaciones para el rey y una gran iglesia de impronta hispánica. La primera piedra de la construcción se puso el 16 de enero de 1621.
El mayor éxito de Páez se produjo en 1622, cuando Susenyos se convirtió oficialmente al catolicismo. En aquel momento se cree que había en el país unos 100.000 católicos, en gran medida gracias a su buen hacer y a su ejemplo. Pero el jesuita no pudo completar su misión, ya que falleció el 25 de mayo de ese mismo año. Su legado pronto se desvanecería, ya que el país se sumió en una cruenta guerra civil entre católicos y ortodoxos, de la que salieron vencedores estos últimos.
Pedro Páez es recordado por su magna obra la Historia de Etiopía, que escribió en portugués y sólo en fechas recientes se ha traducido al español. En ella, con un estilo impecable si tenemos en cuenta que se escribió en el siglo XVII, ofrece abundantes datos históricos obtenidos de sus lecturas de las fuentes originales, y descripciones de lugares que conoció: no en vano, fue él, un siglo antes del escocés Bruce, el primer europeo que vio las fuentes del Nilo Azul cerca del lago Tana.
Para saber más
- Páez, P. Historia de Etiopía. Ediciones del Viento, 2014.
- Reverte, J. Dios, el diablo y la aventura. Debolsillo, 2003.
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