El 25 de mayo es el día de África, quizá una de las fechas más señaladas para los que nos dedicamos al estudio de ese gran continente. Sin embargo, pocos saben que lo que se celebra es un hecho de gran trascendencia: la constitución de la Organización para la Unidad Africana, organismo que en 2002 se transformó en la Unión Africana.
Los orígenes
La explosión de países africanos independizados a comienzos de los sesenta puso de nuevo en la palestra alguno de los anhelos de los movimientos panafricanistas. Bajo la premisa de una artificiosa y utópica unidad de los estados africanos, en el oeste del continente se ensayaron algunos experimentos que resultaron fallidos, como la Federación de Mali, que englobó entre 1959 y 1960 a Senegal y Mali, o la Unión de Estados Africanos, que unió temporalmente a Guinea, Ghana y Mali entre 1958 y 1961 (Mali se unió en 1960). La escasa identificación de los grupos étnicos que habitaban estos nuevos estados poscoloniales, sumada a la desconfianza mutua de las diferentes élites de las principales capitales convirtieron pronto estos proyectos en papel mojado.
Tras estos fracasos, entre los panafricanistas surgieron tensiones sobre qué hacer, apareciendo dos facciones enfrentadass: mientras el bloque de Casablanca, dirigido por el carismático ghanés Kwame Nkrumah pretendía la creación de una federación de estados que abarcase a todo el continente africano, el bloque de Monrovia, con el senegalés Senghor a la cabeza, planeaba una cooperación económica entre estados que quizá en el futuro pudiese prestarse a algún tipo de cooperación política.
El impulso de Haile Selassie
Haile Selassie, a la sazón emperador de Etiopía, no estaba dispuesto a participar en grandes federaciones de estados; en realidad, nunca tuvo la más mínima intención de ceder ni un ápice de su poder a ninguna institución supranacional. Sin embargo, veía los beneficios que una posible asociación de estados africanos podía traer, y más en un mundo de bloques enfrentados -comunistas contra capitalistas- en el que los débiles nuevos países apenas podían competir.
Así, en mayo de 1963 invitó a ambos bloques a reunirse en Addis Abeba para dialogar y encontrar espacios comunes a partir de los cuales ponerse a trabajar. Los 32 jefes de estado africanos acordaron crear la Organización para la Unidad Africana, la cual nació el 25 de mayo de 1963. En la Carta de la nueva organización, cuya sede quedó fijada en la capital etíope como homenaje a su feroz defensa de la independencia frente al colonialismo, se establecieron los objetivos del organismo, entre los que se encontraban promover la unión y la solidaridad entre estados africanos, eliminar el colonialismo, garantizar la soberanía e integridad territorial de sus estados miembros, coordinar la colaboración para la mejora del nivel de vida de los ciudadanos y promover la defensa de los derechos humanos.
Junto a la Carta, se creó una estructura a cuya cabeza se situaba el secretario general. Existía una Asamblea de jefes de estado que era la que decidía las principales políticas a llevar a cabo, y también un Consejo de Ministros, compuesto por los ministros de asuntos exteriores de todos los estados miembros.
La OUA nació sin satisfacer a ninguno de los dos bloques de panafricanistas. Por otro lado, durante toda su existencia fue un organismo debilitado por el escaso compromiso de muchos de sus estados miembros, aunque tuvo éxito a la hora de librar a la mayor parte del territorio africano del colonialismo y al animar a la creación de diferentes organismos supranacionales de cooperación económica como el ECOWAS. Gracias al impulso del líder libio Gadaffi, en 2002 54 países africanos decidieron crear la Unión Africana, la evolución lógica de la OUA, cuya sede se encuentra también en Addis. Pese a que la nueva organización nació el 9 de julio, decidió conservar el 25 de mayo como día del continente.
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